Desde que se conocieron, el 8 de septiembre de 1907 en París, Gertrude Stein y Alice Babette Toklas siempre permanecieron juntas. De hecho podríamos decir, sin miedo a equivocarnos, que fueron la pareja lesbiana más célebre del siglo XX.
La escritora Diana Souhami, reconocida por escribir extraordinarias biografías de mujeres lesbianas que han destacado en diversos ámbitos, asegura en el libro Gertrude and Alice que estas reconocidas artistas establecieron un matrimonio que gozó de todas las mieles de la vida conyugal y de todas las comodidades de la reclusión doméstica.
De acuerdo con Souhami, esta famosísima pareja cumplió con las expectativas plenas del amor romántico y todo funcionó gracias a los papeles que cada una adoptó y respetó. Gertrude Stein al centro y siempre acaparando los reflectores, mientras que Alice B. Toklas decidió ser la compañera siempre presente, la que impulsaba todo pero sin causar alboroto alguno.
Gertrude provenía de una familia judía establecida en la bahía de San Francisco hacia 1860. Estudió filosofía con George Santayana, pero las lecciones de psicología tomadas con William James fueron el episodio decisivo en su formación intelectual.
En 1903 ella y su hermano Leo, un hombre siempre envuelto en cosas turbias, se establecieron en el número 27 de la Rue des Fleurus en París. Dueños de una dote familiar bastante importante, los hermanos Stein se convirtieron en coleccionistas de arte moderno.
Su ayuda e influencia resultaron cruciales para artistas de la talla de Matisse y Picasso. Tanto, que este último decidió inmortalizar a su protectora en un par de ocasiones entre 1905 y 1906 en diversas obras.
Tan pronto como Alice apareció en la vida de Gertrude, esta la puso a mecanografiar The Making of American en una destartalada Blinckensdorfer. Se volvió su todo, no solo su musa.
Gertrude Stein había publicado Three lives, su primer libro, en 1909, y desde entonces estaba convencida que ella y Picasso encarnaban el espíritu del nuevo siglo.
Durante la Gran Guerra, Gertrude y Alice auxiliaron a la población civil mediante un servicio particular de ambulancias. Y aunque vivieron más de 40 años en París, ninguna de ellas se integró jamás a la vida francesa.
Algo que resulta curioso es que Gertrude Stein consideraba que su parcial ignorancia del francés la concentraba totalmente en la lengua inglesa. Nunca frecuentó el mundo literario francés y muy tardíamente, hasta 1938, publicó Picasso en la lengua de sus anfitriones.
A principios de la década de los años 20, Gertrude Stein ya era esa leyenda en vida que había soñado ser. Brillaba, como nadie en el mundo del arte moderno, pero también buscaba ser reconocida en el ámbito de la literatura.
Esos fueron los días en que Ernst Hemingway tocó las puertas del hogar de la famosa pareja y Gertrude lo puso a corregir las inmensas galeras de The Making of American, obra que apareció en 1925 pero con la que nada ocurrió.
No fue hasta que decidió escribir la Autobiografía de Alice B. Toklas, en la que tomó la voz de su amada y esposa para contar la vida de ambas, hundiéndose a profundidad en la naturaleza de su propia experiencia estética, que conoció el éxito comercial de una obra literaria.
En dicha crónica de un cuarto de siglo de la vida parisina de la famosa pareja desfilaron con humor y desparpajo desde el fantasma de Cézanne hasta Scott Fitzgerald y Apollinaire, hasta su cocinera Hélene, su perro y todos los fauvistas y los cubistas.
La vida de esta pareja estuvo en boca de todos sin filtro alguno. Su amor fue conocido por todo el mundo y eso las convirtió en uno de los matrimonios más sólidos en el mundo del arte. Con el paso de los años, ambas crecieron en lo personal y profesional, pero sobre como pareja.
El día que Gertrude falleció, el 27 de julio de 1946, Alice aprendió a llevar con pesar y enjundia su papel de viuda. Perdió buena parte de su colección de arte, que se pensaba mantener como legado único, a manos de un sobrino sin escrúpulos.
Alice B. Toklas escribió, sin mayor éxito, un libro de cocina, anhelo que Gertrude había frustrado. Murió en 1967, en calidad de conversa al catolicismo y está enterrada en Pére Lachaise junto a Gertrude Stein, aunque la inscripción está colocada al dorso de la lápida pues ni siquiera muerta quiso inmiscuirse en la fama de su gran amor.