En 1983, un alemán de la nueva generación de cineastas conoció el Oeste de Estados Unidos y fotografió por primera vez la que sería una de las películas de culto al género del Western: Paris, Texas, cuya búsqueda de locaciones y primeras fotografías fueron hechas hace ya 40 años.
Wim Wenders, el realizador nacido en 1945, justo al inicio de la era en que la Alemania occidental volteó a ver hacia la cultura estadounidense para olvidar su propio pasado, ha vivido fascinado por contar en sus filmes la presencia norteamericana en el inconsciente europeo; o más concretamente dicho: la americanización de la Alemania de la posguerra.
Wenders siempre se declaró fan del cine clásico de Estados Unidos, de realizadores como John Ford, Nicholas Ray, Howard Hawks o Samuel Fuller.
Con la intención de descubrir la luz y los colores del Oeste de Estados Unidos para empaparse de su esencia y tomar notas emocionales para el rodaje de la que sería la película ganadora de la Palma de Oro de Cannes en 1984, el director de cine alemán rentó un coche a finales de 1983, tomó el mapa carretera, un montón de película para diapositivas Kodachrome para fotografía fija y se lanzó en un roadtrip sin destino cierto por Texas, Arizona, Nuevo México y California.
Harry Dean Stanton, al inicio de 'Paris, Texas'. Foto: El País
Cuando puso fin al viaje, había atravesado carreteras de tercer y cuarto nivel, caminos de terracería, había pasado la noche en moteles casi abandonados y había encontrado las locaciones para su próxima película.
Paris, Texas es una historia sobre el amor (siempre imposible), la locura y la soledad. Una película que deleita por sus cielos amplios y luminosos que recuerdan por su a los westerns de los años 50. Y pese al tiempo, esfuerzo y ahínco con que Wenders buscó el pequeño pueblo de ese estado sureño de Norteamérica, el lugar que da nombre y concepto a la película nunca aparece en el filme, salvo en una foto.
Años más tarde, Wenders haría justicia al lugar publicando algunas de las fotos que tomó en sus dos visitas al lugar. Aunque ninguno de los lugares que Wenders retrató en su periplo en solitario fueron usados en el rodaje de la premiada película, todos están vagamente dibujadas en la acción, en la que el director afirma que utilizó el conocimiento íntimo de los pueblos y paisajes que había explorado en soledad.
Pero hay otra cosa memorable en el filme de Wenders: la banda sonora. A cargo del productor y músico Ry Cooder –quien se hizo más notorio a nivel mundial por haber formado y descubierto a los músicos cubanos de Buena Vista Social Club– creó un ambiente imperecedero, una música que nos abre siempre el corazón.
Hace unas semanas, de visita en Barcelona para hablar de su trayectoria antes estudiantes de Comunicación, Wenders explicó así el éxito que tuvo esa película.
“Es un fenómeno extraño. En ocasiones hay filmes que se estrenan en su momento exacto, y eso pasó con Paris, Texas. No sé si es suerte o el destino, o el cóctel de quienes la crean. En mi caso, Harry Dean Stanton estaba en su momento perfecto; Nastassja Kinski, en la cima de su carrera; fue el primer guión de Sam Shepard, y Ry Cooder deseaba demostrar su valía. Yo lo único que podía hacer era no cagarla”.