En mayo de 1948, con un intercambio de cartas, inició uno de los romances más populares y controvertidos de la industria del cine, que escandalizaría al público a finales de los 40, el de Ingrid Bergman y Roberto Rossellini.
En aquel momento tanto Ingrid como Roberto estaban en la cima de su carrera. Ella era una estrella famosa y adorada por sus fans y él, un célebre director de cine italiano. En 1939 ella representaba todo aquello que Estados Unidos necesitaba. A pesar de que era casada y tenía una hija, la consideraban inocente y virginal. Pero en 1949 esta percepción cambió totalmente y ya no fue vista como la mártir y heroína de sus papeles cinematográficos, sino como una gran tentación e incluso sería condenada en las iglesias, escuelas y el Senado estadounidense.
Antes de saber porque este cambio tan repentino en la reputación de esta actriz cabe señalar que esta nació en Estocolmo, el 29 de agosto de 1915. Desde muy joven estudió en el Teatro Real de Estocolmo. En 1934, debutó en el cine y dos años después se convirtió en una de las actrices más famosas de Suecia.
Se dio a conocer en EU con la película Intermezzo, filmada en Estocolmo y presentada en Nueva York. David O Selznick, el productor americano, quedó impactado por la fresca belleza nórdica tan diferente de las estrellas estereotipadas, superficiales y vulgares que llenaban las pantallas y la invitó a firmar un contrato en Hollywood.
Roberto Rossellini e Ingrid Bergman en 1956. Foto: Vanity Fair
Durante un lapso de seis años, Ingrid trabajó con los mejores directores de esa época; la MGM la contrató y filmó varias películas que tuvieron gran aceptación; pero fue en 1942 cuando alcanzó más popularidad que Greta Garbo y Marlene Dietrich, ya consideradas como estrellas míticas de Hollywood.
Sin duda, con la que más se dio a conocer fue con Casablanca, al lado de Humphrey Bogart. La química entre ambos parecía hecha de magia, lo cual constituyó un éxito. Lo anterior le valió que el mismo Ernest Hemingway la aprobara para actuar en el papel principal femenino de la versión fílmica de su novela ¿Por quién doblan las campanas?, con la que fue nominada al Oscar.
De todo Hollywood, fue la única actriz que filmó tres películas con Hitchcock: Recuerda, con Gregory Peck; Encadenados, con Cary Grant, y Atormentada, con Joseph Cotten. Después siguió una larga lista de filmaciones con papeles de virtuosa o de perversa, los cuales también fueron éxitos de taquilla.
Sin embargo, Ingrid no se sentía plenamente satisfecha. Le pesaban los convencionalismos impuestos por Hollywood. La relación con su marido, el doctor Lindstrom, se veía cada vez más afectada por las exigencias de su carrera, el éxito y su popularidad.
Cuando, en 1948, Ingrid asistió a la exhibición de Roma, ciudad abierta, filmada tres años atrás por Roberto Rossellini, salió profundamente impactada por el realismo y la sencillez de la película que presentaba el sufrimiento de un pueblo humillado. Una visión totalmente opuesta a la de los productores de Hollywood. Igualmente emocionada al ver Paisá, del mismo Rossellini, se dio cuenta que podría tener otras opciones y decidió escribir al director italiano, que a sus 42 años ya se había impuesto como uno de los más grandes directores de su generación, promotor de lo que la crítica llamaría neorrealismo.
Roberto Rossellini nació en 1906. El padre había construido el primer cinema en Roma. A la muerte de su padre, Roberto desempeñó todo tipo de trabajos relacionados con la creación de películas, obteniendo experiencia en todos los terrenos de la cinematografía. Pronto logró hacer su primer documental y trabajar con directores de los primeros éxitos del cine italiano. Se dice que su estrecha amistad con el hijo de Il Duce, Vittorio Mussolini, responsable de cinematografía, le ayudó a colocarse antes que otros aprendices. Tuvo amistad con Fellini y colaboraron en varios proyectos. Cuando terminó el régimen fascista en 1943, dos meses antes de la liberación de Roma, Rossellini empezó la película que lo haría famoso: Roma, cittê aperta.
El primer encuentro entre Ingrid Bergman y Roberto Rossellini sucedió en París, cuatro meses después del intercambio epistolar, en el lujoso Hotel George V. Antes de la entrevista, Rossellini se había informado sobre Bergman. "Te apuesto que podría tener a Bergman en la cama en menos de dos semanas", le dijo muy ufano a un amigo. Pero no fue así. ¿Por qué? Porque él se imaginaba encontrar a una mujer frívola, artificial y caprichosa. Al verla, no sólo se impresionó con su belleza, distinción y elegancia, sino por la expresión suave, tranquila, admirativa de sus ojos y su sonrisa.
No obstante que pertenecían a mundos diferentes, esa misma diferencia contribuía a que sintieran que entre ellos había una intimidad. Ingrid no recordaba haber tenido una conversación tan interesante como esa noche, y a él le halagó haber causado tanta admiración y, al mismo tiempo, le sorprendió sentir tanta admiración por una mujer a pesar de estar casado con una gran actriz, la bellísima Ana Magnani. Al despedirse, Rossellini le estrechó la mano y le dijo que era encantadora. Ingrid estaba acostumbrada a los elogios, pero la intensidad de su mirada la estremeció. Al día siguiente recibió un enorme ramo de rosas rojas con una tarjeta.
Se encontraron de nuevo en EU. Roberto fue a recoger el premio de la mejor película extranjera que la crítica le otorgaba. En las celebraciones, se le veía acompañado por Ingrid. En una conferencia de prensa anunciaron su intención de filmar juntos Stromboli. Pronto empezaron los rumores. Dos meses más tarde, la actriz alcanzó a Roberto en Italia para dirigirse a la isla de Stromboli. La filmación comenzó en abril y terminó a finales de agosto. El idilio ya era del conocimiento de todos. Se habían enamorado con loca pasión.
Pero esta pareja no tenía libertad, al contrario, sentía que todo el mundo los acosaba. Los paparazzi invadieron la isla para fotografiar a los enamorados siguiéndolos por todas partes. El escándalo fue grande porque ambos eran casados. La prensa, en ambos países, trató a la actriz como la más grande pecadora.
Se necesitó toda la astucia de los abogados para poder regularizar la situación jurídica confusa que se presentó para proteger a los tres niños que nacieron de la unión de Ingrid y Roberto, ya que se presentaba el problema de saber si la infidelidad conyugal es justificable ante los tribunales. Ingrid obtuvo el divorcio de Lindstrom y se casó con Roberto. Las consecuencias de esta historia de amor se hicieron sentir sobre todo en Estados Unidos. La popularidad de Ingrid descendió a los niveles más bajos.
Sus películas dejaron de exhibirse y no se interesaban por las que filmaron juntos: Europa 51, un episodio de Nosotras las mujeres y Te querré siempre, en 1953; Juana de Arco en la hoguera, el año siguiente, y El miedo, en 1955. Fueron filmes muy apreciados por ciertas minorías, pero de escaso resultado comercial. En 1956, Ingrid filmó en Inglaterra Anastasia, que le valió el Oscar. Fue a Hollywood para recoger su estatuilla. Hollywood la perdonaba. Unos meses después, Ingrid y Roberto se separaron y de aquel romance que tanto furor causó solo quedaron cenizas.