A veces nos dejamos llevar tanto por las historias de Hollywood que olvidamos que el cine es mundial.
Las personas están haciendo películas en todas partes y se están influenciando mutuamente a medida que esas películas viajan y son vistas por audiencias de todo el mundo.
A lo largo de la historia han habido varios cambios sísmicos en la historia del cine que modificaron las películas, y uno de ellos es el surgimiento de la Nueva Ola Francesa.
The French New Wave, como se le conoció en inglés, es un movimiento cinematográfico que saltó a la popularidad a finales de la década de 1950 en París, Francia.
La idea era dar a los directores un control creativo total sobre su trabajo, permitiéndoles favorecer la narración improvisada en lugar de narrativas estrictas. Los resultados cambiaron a dicha industria.
El manifiesto de Alexandre Astruc, El nacimiento de una nueva vanguardia: la cámara-estilo, (publicado en L'Écran, el 30 de marzo de 1948) plantea la idea de que "el cine estaba en proceso de convertirse en un nuevo medio de expresión en el mismo nivel como la pintura y la novela... una forma en la que y mediante la cual un artista puede expresar sus pensamientos, por muy abstractos que sean, o traducir sus obsesiones exactamente como lo hace en el ensayo o la novela contemporáneos."
Este ensayo inspiró a muchos cineastas franceses de la época a diversificarse y probar cosas nuevas.
Y con esto en mente, repasamos a los cineastas más importantes de le década de 1960, a lado de sus películas más emblemáticas.
François Truffaut: Los 400 golpes
El primer largometraje de François Truffaut es también el más personal.
Contada desde el punto de vista de la contraparte cinematográfica de Truffaut, Antoine Doinel (Jean-Pierre Léaud), Los 400 golpes (Les quatre cents coups) recrea con sensibilidad las pruebas de la propia infancia de Truffaut, retratando sin sentimentalismos a padres distantes, maestros opresores y mezquinos delito.
La película marcó el paso de Truffaut de crítico líder a autor pionero de la Nueva Ola francesa.
Jean-Luc Godard: À bout de souffle
Cuando escuchamos el nombre de Jean-Luc Godard, todos rápidamente imaginamos al hombre misterioso con lentes Ray-Ban y un cigarrillo encendido constantemente entre los labios. Pero como pionero de la Nouvelle Vague francesa, Godard revolucionó el mundo del cine con su primer largometraje A Bout de Souffle (Breathless) en 1959, y luego saltó a la fama en el extranjero con películas protagonizadas por grandes nombres como Jean-Paul Belmondo y Brigitte Bardot.
Al final, para el director francés, “el cine es verdad 24 veces por segundo”, por lo que no la consideraba una evasión, un entretenimiento o una fantasía, sino como la mejor forma de verdaderamente conocer la realidad.
Louis Malle: Ascensor para el cadalso
Para su primer largometraje, Louis Malle, de 24 años, reunió una fascinante actuación de Jeanne Moreau, una cinematografía evocadora de Henri Decaë y una partitura de jazz ahora legendaria de Miles Davis.
Ambientada en el transcurso de una inquieta noche parisina, la rica atmósfera de suspenso criminal de Malle está protagonizada por Moreau y Maurice Ronet como amantes cuyo plan para asesinar a su esposo (su jefe) sale mal, desencadenando una cadena de eventos que sella su destino.
Una piedra de toque en la carrera de su directora y estrella femenina, Elevator to the Gallows fue un sorprendente comienzo para el ecléctico cuerpo de trabajo de Malle, y estableció a Moreau como uno de los actores más cautivadores que jamás hayan aparecido en la pantalla.
Alain Resnais: Hiroshima mon amour
Piedra angular de la Nueva Ola francesa, el primer largometraje de Alain Resnais es una de las películas más influyentes de todos los tiempos.
Una actriz francesa (Emmanuelle Riva) y un arquitecto japonés (Eiji Okada) se involucran en una breve e intensa aventura en la posguerra de Hiroshima, y su fascinación mutua los consume y los impulsa a exorcizar sus propios recuerdos marcados de amor y sufrimiento.
Con una innovadora estructura de flashback y un guión nominado al Premio de la Academia de la novelista Marguerite Duras, Hiroshima mon amour es una obra maestra melancólica que entreteje con delicadeza el pasado y el presente, el dolor personal y la angustia pública.