La obra y la vida de Graça Morais están impregnadas del ambiente y la mitología rural de Trás-os-Montes, una región en el extremo nororiental de Portugal.
La relación con el arte más primitivo, desconocido entonces por la niña que garabateaba en los peñascos de Vieiro, no es algo nuevo en la manera de dibujar y pintar de Graça, ya que ha sido fuente de investigaciones formales y pictóricas a lo largo de más de 50 años de su vida artística.
Graça Morais nació en Vieiro, Trás-os-Montes, pero pronto comenzó a ver otros mundos cuando dejó el pueblo para acompañar a su madre a África.
El arte llegó naturalmente a su vida, siempre le gustó dibujar, pero quizás fue ese juego de acuarelas que su padre le regaló durante su infancia lo que supuso el detonante de su 'destino'.
Se licenció en Pintura por la Escuela de Bellas Artes de Oporto y expuso por primera vez en Guimarães, en el Museo Alberto Sampaio, en 1974, el mismo año en que nació su hija Joana.
Envueltos en misterio y sorpresa, sus pienzos transmite al espectador, desde el acto de pintar, su memoria del mundo rural, del pueblo de Vieira en Trás-os-Montes, donde nació y creció.
Las actividades y hábitos rurales tejen las líneas intensas de sus creaciones, revelando así la realidad de la propia artista y de las personas que la rodean.
Además de pintar, ha creado ilustraciones para libros y paneles de azulejos en varios edificios como el Edificio Caixa Geral de Depósitos en Lisboa, la Estación de Metro de Bielorrusia en Moscú, entre otros.
En 1983 representó a Portugal en la XVII Bienal de São Paulo y en 2008 se inauguró en Bragança el Centro de Arte Contemporáneo Graça Morais (CACGM), diseñado por el arquitecto Souto Moura, que tiene un núcleo de varias salas dedicadas a la obra de la artista.
Como el olivo está ligado al territorio nacional, Graça está inmensamente inmersa en el ambiente y la mitología rural portuguesa, más concretamente en su tierra natal.
Aquí es donde nutrió las ideas e imágenes que vemos representadas en sus obras, desde perros, gatos y cabras, hasta la violencia del hombre y la crueldad de la naturaleza.
De forma cruda y natural, Graça expresa la otra cara de sus orígenes, dando a conocer así al ser humano, sus capacidades e historias.
La vida cotidiana es el tema principal en la obra de la artista, por lo que se volvió fundamental representar las actividades de las personas que la rodean, desde el registro de la ropa, hasta el cabello, pasando por la relación misma que los individuos tienen con la tierra.
La propia Graça compara el acto de creación de un artista con el cariño que las personas tienen por la tierra y por crear en ella algo que luego dará sus frutos.
En los últimos años, se ha involucrado cada vez más en la violencia humana, retratando “un mundo transfigurado” lleno de guerra y otros problemas.
Al día de hoy, Graça vive entre Lisboa, Trás-os-Montes y muchos otros lugares del mundo, siendo la artista de Trás-os-Montes que disfruta de la mayor exposición, a nivel nacional e internacional. Es también una de las artistas visuales portuguesas más destacadas de la actualidad.