Dicen que la personalidad llama al destino y esto se refleja precisamente en la vida del talentoso Jean Cocteau, reconocido cineasta, poeta y director de cine francés.
Si hubo un momento que lo marcara de por vida, este fue el que su padre se suicidara cuando apenas tenía 9 años. Su visión del mundo cambió por completo.
De ahí que estableciera una relación sumamente dependiente con su madre y tan compleja con su infancia en general. Ahí nació su arrasadora personalidad como artista que no era capaz a dedicarse a un solo arte, pues buscaba devorarse el mundo entero a través de su talento artístico.
A Cocteau le gustaba la pintura, la poesía, la música, la arquitectura, la escultura y hasta el cine. Debido a esto muchos de sus contemporáneos lo consideraban un gran indisciplinado, pues aseguraban que no se podía tomar una sola actividad con seriedad.
Jean Cocteau posando para el fotógrafo Philippe Halsman en Nueva York, en 1949. Fuente: Magnum Photos
Pero lo anterior no era cierto, sino que era realmente talentoso y que le costaba el mismo trabajo pintar que tocar un instrumento o escribir un poema.
Así como era en el arte, Cocteau era en el amor, pues no elegía entre las relaciones femeninas y las relaciones masculinas pues practicaba las dos.
Primero se enamoró de Madeleine Carlier, una actriz de teatro. Después conoció a su gran amor, el hermoso niño genio Raymond Radiguet, quien escribió la maravillosa novela El diablo en el cuerpo.
Cuentan que a Cocteau lo único que no le gustaba de Radiguet era su personalidad tan floja. Aseguran que este casi lo obligaba a escribir, al grado de que lo tenía que encerrar en un cuarto para que avanzara en sus poemas y en sus cuentos.
Desafortunadamente Raymond Radiguet murió a los 20 años, en 1923, dejando a Jean Cocteau completamente desolado y que incluso por este triste acontecimiento incluso quiso dejar de escribir para siempre y se dejó llevar por el opio.
Por fortuna, después de muchos años, pudo dejar la obsesión que tenía por el opio aunque toda su vida siguió consumiéndola con bastante frecuencia.
The Eagle with Two Heads. Retrato de Jean Cocteau tomado por Philippe Halsman. Fuente: Magnum Photos
De dicha experiencia salió su libro Opio, diario de una desintoxicación, en el que cuenta su proceso personal. Poco tiempo después se enamoró de Natalia Paléi, hija de un conde ruso.
El giro dramático (e inesperado) de dicha historia de amor se dio poco tiempo después, pues Natalia abortó un hijo de Cocteau. Se cuenta que esa fue su desilusión de las mujeres y que, a partir de ese momento, decidió solo enamorarse de hombres.
Tuvo muchos amantes, pero un solo amor, el actor Jean Marais. Cuando se conocieron, el actor y el poeta sintieron una atracción inexplicable.
Fue tal la fascinación de Cocteau por Marais, joven rubio de mirada muy penetrante, que decidió escribir una película para que él la protagonizara.
Y así nació La bella y la bestia, en que Marais protagonizó su inolvidable papel. Aseguran que la casa de Cocteau era muy parecida al palacio de la Bestia en la película, con muebles delirantes, muchos candelabros, lámparas, floreros y hasta ceniceros en forma de manos y brazos. Obviamente todo se encontraba diseñado por el talentosísimo Jean Cocteau.
A lo largo de su vida, Cocteau vivió enamorado de la belleza y del placer. Fue un gran hedonista, pero no creía que todo acabara en el placer, por el contrario, este solo era el gran punto de partida para crear maravillosas obras de arte.