Cuando uno piensa en cuentos inmediatamente se transporta a lugares felices, pero en el caso de los que realmente escribieron los hermanos Grimm la historia es completamente diferente debido a que resultan bastante siniestros.
Jacob (1785-1863) y Wilhelm (1786-1859), los famosos hermanos Grimm, nacieron en Hanau, una pequeña ciudad cerca de Frankfurt, en una familia alemana de dinero que apreciaba mucho el arte.
Al crecer a este par de eruditos lo que más les interesaba era cómo sonaba el alemán o la supervivencia de algunas palabras viejísimas.
Por lo tanto, entre 1812 y 1822 ambos hermanos se dedicaron a compilar y transcribir una serie de relatos procedentes de la tradición oral germana, sin introducir reelaboraciones literarias, que publican en tres extensos volúmenes.
Incluso Wilhelm conoció al ilustre Goethe, quien lo felicitó por su ilustre trabajo y extrema dedicación a la cultura alemana.
Pero el que era el más académico de los dos, el que resultado más clavado y el que oía los cuentos populares para estudiar las leyes de la gramática y la sintaxis era Jacob, quien hasta el día de hoy es reconocido como el fundador de la moderna filología alemana.
A estos hermanos lo que los movió a escribir fue que no se perdieran las raíces del pueblo alemán y la invasión de Napoleón a Prusia, en 1806, resultó ser su gran motivación para reunir la mayor cantidad de cuentos en lengua alemana posibles.
La labor fue titánica y duró años. El origen de todos los cuentos de los hermanos Grimm tienen origen en relatos que se contaban vía oral de generación en generación que intentaban aleccionar sobre los peligros de la vida y no estaban pensados como cuentos para niños.
Debido a esto, las mutilaciones, muertes y eventos trágicos están presentes en todos ellos, como niños abandonados por sus padres o vendidos por comida.
Como ejemplo de lo anterior encontramos las versiones originales de Blancanieves, Caperucita Roja y La Cenicienta, solo por mencionar a algunos.
En la versión original de Blancanieves se obliga a la despiadada madrastra a bailar con unas zapatillas de hierro ardiente al rojo vivo hasta caer muerta.
En Caperucita Roja, cuya finalidad era la de advertir a las niñas de los desconocidos, los hermanos Grimm consignan que la niña fue devorada por el lobo y que luego este tomó una siesta.
Luego un famoso cazador escuchó los ronquidos que provenían de la casa en la que vivían Caperucita Roja y su abuelita, lo que le extrañó, así que decidió entrar para ver qué ocurría.
Al ver al lobo decidió darle un tiro con su escopeta y luego abrió su barriga, donde halló a la abuela y a la pequeña niña. Cogió unas piedras y llenó el estómago del lobo, quien murió por el peso de estas dentro de su estómago.
Para mostrar que habían aprendido la lección de lo sucedido, los hermanos decidieron añadir en el final que otro lobo intenta de nuevo engañar a la inocente niña, pero entre ella y la abuelita consiguieron engañar a este.
La abuela cogió una gran artesa de piedra para atraer al lobo con el olor de la comida y así atraparlo ahí y que nadie más, a partir de ese momento, le hiciera daño a Caperucita Roja.
Y en La Cenicienta resulta que la madrastra corta los dedos y los talones de las hermanastras para que les quepa el zapato. El giro inesperado se da después cuando unos pájaros las pican en los ojos y las dejan ciegas.
En total, los hermanos Grimm lograron compilar y dar forma a 210 cuentos y, a pesar de no haber sido concebidos como literatura para niños, sus historias se han convertido en referencia por excelencia para varias generaciones aunque, afortunadamente, con versiones suavizadas.