Vivió en muchos lugares, desde Birmania hasta Escandinavia y California, y tuvo, a lo largo de su vida, muchos nombres. Después de leer sobre el personaje llamado K en El proceso, de Franz Kafka, se nombró a sí misma Anna Kavan, y cuando su gran colección de historias fue publicada en Inglaterra, después de su muerte, hizo famoso ese nombre.
La obra de esta escritora británica y su extraordinaria experiencia de vida van de la mano. La una sin la otra sencillamente no existirían.
Nació en Francia en 1901 y pasó toda su infancia viajando con su rica, pero realmente extraña madre. La llamaron Helen Emily Woods y tomó el apellido de un padre que se suicidó cuando ella tan solo tenía 13 años.
En dicha época, en la que empezó a oscurecerse todo en su vida, su familia residía en California pero esta decidió instalarse en Inglaterra.
Los años transcurrieron con cierta normalidad y en 1921, tras dos años de permanecer casada con Donald Ferguson, comenzó a escribir, pero no fue hasta 1929 que publicó su primera novela.
De acuerdo con algunas biografías, Kavan ya llevaba para este momento casi tres años consumiendo heroína. Su lado oscuro empezó a surgir.
En 1930, dejó de llamarse Helen Ferguson para la escritura y comenzó a firmar como Anna Kavan, como anteriormente lo mencionamos.
Una década más tarde legalizó dicho cambio. Como Anna Kavan escribió sus novelas menos convencionales, registró sus experiencias y aterrizó todo lo que sucedía en una escritura que mostraba sencillez para abordar la realidad, los conflictos mentales y los sueños más perturbadores.
Vivió, viajó, lloró la muerte de su único hijo, padeció el quiebre de dos matrimonios, intentó suicidarse en un par de ocasiones, fue internada en clínicas y sufrió una fuerte dependencia a la heroína.
En 1968, Anna Kavan fue hallada muerta con una jeringa en una de sus manos, pero eso parece no haber causado su muerte debido a que otra fue la causa, no su adicción.
Entre el caos y colapsos mentales fue como surgió Hielo, una novela centrada en una búsqueda en medio de un paisaje de nubes y nieve muy blancas.
Esta, como muchas de las novelas que escribió, resulta una obra maestra de la ciencia ficción, pues resulta tan encantadora como infernal.
La literatura de Anna Kavan resulta imperdible pues, de alguna forma que ella solo sabía hacer, mantiene al centro sus duras experiencias, pero las entrelaza con su imaginación, lo que hace que el lector se quede con sus historias de por vida, lo que hoy no es nada fácil de encontrar.