Hablar de la Casa Azul es hablar del mundo de Frida Kahlo, pues fue este inmueble el que la vió crecer y atravesar por varios de sus mejores y peores momentos.
La Casa Azul, que actualmente alberga el Museo Frida Kahlo, es toda una referencia en la Ciudad de México.
El inmueble ubicado en Londres 247, en la Colonia del Carmen, en Coyoacán, tuvo cuatro transformaciones desde 1898, cuando lo compró el padre de la artista, Guillermo Kahlo, hasta 1958, cuando Diego Rivera lo convirtió en museo.
Este icónico lugar llegó a estar en peligro de perderse debido a que la Revolución Mexicana cambió dramáticamente la estabilidad económica de la familia Kahlo.
Diego Rivera y Frida Kahlo en la escalera de acceso al jardín de la Casa Azul, 1950. Fuente: Vogue México
Los servicios fotográficos del padre de Frida, Don Guillermo, dejaron de ser solicitados por el régimen, así que no tuvo de otra más que hipotecar su casa.
Cuando Diego Rivera y Frida Kahlo contrajeron matrimonio, el muralista decidió liquidar la hipoteca de la casa y puso las escrituras a nombre de la pintora.
Esta casona es sinónimo de innumerables historias ya que fue refugio durante dos años del líder soviético León Trotsky; en ese tiempo, Rivera adquirió mil 40 metros cuadrados más de extensión para brindarle una mayor protección.
Chavela Vargas es otro de los grandes personajes que vivió por más de un año en la famosa Casa Azul.
Resulta que Frida y ella se conocieron en una de las tantas fiestas que la pintora realizó en este inmuebles y bueno, dicen que fue tal el flechazo que la cantante decidió quedarse a vivir con Frida Kahlo y Diego Rivera, pero a la larga el compartir el cariño de su amada no le pareció y un día sencillamente se fue.
Este inmueble también albergó, aunque por periodos mucho más cortos, al escultor británico Henry Moore y al artista surrealista André Bretón.
Cabe señalar que el estilo de la casa se cimentó en el arte precolombino y las costumbres populares, por lo que esta comenzó a parecer una vieja casona mexicana y no una casa citadina afrancesada.
Para 1937, la casa ya tenía los colores azul, rojo y verde que conserva hoy pero no fue sino hasta nueve años después cuando Diego, asesorado por Juan O'Gorman, construyó la terraza y el estudio de Frida, con piedra volcánica.
El uso de este material en la Casa Azul responde a su carácter ceremonial y funcional, algo sencillamente maravilloso.
Diego Rivera fue quien decidió donar, en agosto de 1955, la casa y todo lo que en ella se encontraba al fideicomiso que abarca también el Museo Diego Rivera Anahuacalli y que se bautizó como Museo Frida Kahlo.