Diego María de la Concepción Juan Nepomuceno Estanislao de Rivera y Barrientos Acosta y Rodríguez, como era su nombre completo, fue el máximo representante de la Escuela Mural Mexicana. Nació el 8 de diciembre de 1886 en la ciudad de Guanajuato y dejó este mundo el 24 de noviembre de 1957 siendo sepultado en la Ciudad de México.
A lo largo de su vida, creó su propio estilo que se centró en la herencia y la cultura mexicana, caracterizándose por aplanar elementos tridimensionales en dos dimensiones y presentar objetos más resistentes y más amplios de lo que eran en realidad, un estilo artístico que él mismo denominó como mexicanidad.
Por si fuera poco, su legado también se circunscribe en el ámbito histórico, ya que fue él quien llamó Catrina al grabado que José Guadalupe Posada nombró La calavera garbancera. Hasta el final, Diego fue el hombre presente en todo, pero, ¿Quién verdaderamente fue Diego Rivera? ¿Qué hay del personaje detás de los murales más reconocidos del mundo?
Diego fue un "revoltoso", un inconforme con su tiempo, por lo que se dedicó al estudio, un preocupado por su papel en el renacimiento artístico del país y la revitalización del género mural como por su enorme personalidad, así como un enamorado de la pintura y de las mujeres que orbitaron en su vida.
De niño, padeció de raquitismo, lo que le dio una constitución física muy débil. A pesar de que su padre quiso que ingresara en el Colegio Militar, Diego empezó a asistir a clases nocturnas en la Academia de San Carlos, donde conoció al célebre paisajista José Maria Velasco.
Los tiempos turbulentos y violentos de su juventud lo llevaron a viajar a España, donde se familiarizó con la obra de Goya, El Greco y Pierre Breughel de Amberes. Dado su talento natural con los óleos, ingresó en el taller del paisajista más famoso del Madrid de aquel momento: Eduardo Chicharro, que lo animó a viajar posteriormente a París, donde se reunió con algunos de sus amigos artistas: el pintor italiano Amedeo Modigliani, quien pintó su retrato en 1914, y el escritor y periodista ucraniano Ilya Ehrenburg. Luego recorrió Italia y en 1915 se casó con la rusa Marievna Vorobieva-Stebelska.
A su regreso a México en 1924, el talentoso pintor mexicano se volcó a la desigualdad social, a la relación entre naturaleza, a la industria, la tecnología, la historia y el destino de México en sus pinturas, empezando a dar detalles sobre su faceta más personal.
Con el tiempo, Rivera idealizó los valores revolucionarios y posrevolucionarios y se comprometió fielmente con la realidad social de los oprimidos, los despojados y los discriminados. Elevó los valores culturales cotidianos y es ahora un referente en el arte, la cultura y la historia de México.
En 1922, Rivera realizó su primera creación mural importante para el Auditorio Bolívar a la que tituló La Creación. En este mural, el pintor quiso plasmar la idea de la creación de los mexicanos y en él se observa a un hombre surgiendo del árbol de la vida. Mientras pintaba esta obra, Diego siempre estuvo armado con una pistola por las preocupaciones que le causaba las revueltas con estudiante dederecha.
Durante su vida, acumuló una enorme colección de artefactos precolombinos y creó representaciones panorámicas de la historia y la vida cotidiana del país que lo vió nacer, desde sus inicios mayas hasta la Revolución Mexicana, y luego el presente posrevolucionario que le tocó, siempre creyendo en la deuda con la cultura precolombina.
Su madurez artística llegó entre los años 1923 y 1928, cuando pintó los frescos de la Secretaría de Educación Pública de la Ciudad de México y los de la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo, vuelto ya un marxista, se inscribió al Partido Comunista Mexicano, donde creó importantes vínculos con la Unión Soviética.
Con un arte expresando su abierto compromiso con las causas políticas de izquierda, representando a sujetos como el campesinado mexicano, los trabajadores estadounidenses y figuras revolucionarias como Emiliano Zapata y Lenin, el mexicano hizo de su trabajo un reflejo de la vida cotidiana tal como él la veía, y para ello, dividió la vida en dos grandes temas: el trabajo y el ocio, como fue por el resto de sus días.
Fuente: Horizontum
Coqueto, divertido, talentoso y de izquierda, la personalidad de Diego Rivera es igual divinidad como incógnita, ya que, aunque tenía claros reflejos de un pensamiento contrario a las corrientes de su tiempo, o incluso de los de ahora, su forma de ser puede ser únicamente explicada por sus ideales y sus obras, ya que con el tiempo, se juntaron para nunca más volverse a separar.
En 1929, tras dos otros matrimonios, se casó con Frida Kahlo cuando él tenía 42 años y ella 22, creando una unión que estuvo marcada por el amor y a la vez el odio que se profesaban, tanto por mantener aventuras amorosas con terceros, como por su vínculo creativo. El matrimonio más tarde fue definido como "la unión entre un elefante y una paloma", él por ser grande y pesado como un elefante, y ella delgada y ligera como esta ave.
Tras la muerte de Frida en 1954, Diego cayó enfermo y viajó a Moscú para tratarse. Con todo y todo, volvió a casarse por cuarta vez en 1955, ésta vez, con su agente Emma Hurtado.
Con su vida y sus claroscuros, fue considerado hasta el último de sus días en el artista portavoz de los oprimidos, de los indígenas, y también, como el gran ilustrador de la historia de México, alcazando incluso el título de símbolo de una nación.
Esto, en concreto, es Diego detrás del mural. Un luchador, un inconforme, un enamorado. Figura de esta tierra.