En una época en donde la mayoría de compositores de anime optaba piezas musicales muy cortas, Shunsuke Kikuchi creó extensos temas de corte sinfónico llenos de matices y variaciones que encantan por medio de su evocación sentimental.
Nacido el 1o de noviembre de 1931 en Hirosaki (prefectura de Aomori), la vida de Kikuchi cambió el día que aprendió la forma de escaparse de su vida cotidiana, siempre y cuando el trabajo en la pescadería familiar se lo permitieran, para asistir al cine, donde se enamoró de la música que oía en las películas, unas que luego aprendería, que eran obras de los maestros compositores Seiichi Suzuki, Ichiro Saito y Senji Ito, entre otros.
Kikuchi se empezó a colocar en la esfera de compositores contemporáneos y creativos del gremio cinematográfico tras conocer a Chuji Kinoshita, uno de los más grandes y prolíficos compositores de Japón, quien lo invitó a formar parte de la nómina de la compañía Toei Doga, que en 1961 fue asignafa a trabajar la banda sonora de la película The Eight Enemy, que le abrió la puerta para encadenar trabajos de no tan notoria relevancia hasta 1969, cuando trabajó la banda sonora de una obra de Ikki Kajiwara, Tiger Mask, de cuya música recibió una importante ovación nacional.
Hacia la entrada de la década de 1970, el camino del anime estaba por siempre marcado, y a la cabeza, estaba Shunsuke Kikuchi, a quien le cayeron proyectos como la tarea de musicalizar una de las series y personaje más míticos y longevos de la historia de la televisión japonesa, Kamen Raider, donde permaneció trabajando durante casi dos décadas.
Inspirado en Ennio Morricone, el creativo japonés se definió por medio de un estilo minimalista compuesto por estructuras simples que la hacían fácilmente identificable. Favoreciendo los pequeños grupos de instrumentos, especialmente compuestos de instrumentos de viento y cuerda, su sonido de fondo no solo servía de acompañamiento visual, sino definía y perfilaba el lenguaje de los proyectos.
De la mano de sus capas sintéticas orientadas hacia el funk y el pop, la compañía Toei Doga se fortaleció como una de las más importantes en el mercado, y es que, para 1975, también a través de Toei, compone la banda sonora para otro anime de gran reconocimiento internacional, UFO Robo Grendizer, obra de Go Nagai que terminó por expandir su universo y ser parte de la mecha generacional con éxitos como Mazinger Z, para la cual Kikuchi trabajó con Chumei Watanabe.
Más tarde, mirando hacia una nueva década, y con la creación de la influyente cadena televisiva, Nippon TV el trabajo de Shunsuke comenzó a definir el audiovisual japonés más determinante que se haya experimentado. Hecho ya un influyente productor, autor y compositor, la música de su autoría empezó a hacerse una tradición auditiva en cine y televisión en medio de una generación que comenzaba a crecer en medio de la disrupción tecnológica de la época.
En 1986, finalmente llegó lo que quizá sería su trabajo más importante, Dragon Ball, una de las series más trascendentes de la televisión infantil, que a través de los años, ha sido interpretada en conciertos sinfónicos.
La serie fue tan bien recibida que trabajó en ella hasta 2009, tras musicalizar la serie remasterizada Dragon Ball Z Kai, y aunque la franquicia es probablemente la forma en que la mayoría de los fanáticos del anime lo conocen mejor, su carrera abarcó cinco décadas, hasta que se retiró en 2017 debido a una enfermedad.
Ese mismo año, Dragon Ball Symphonic Adventure comenzó una gira global con una orquesta de 60 músicos tocando la música que compuso para audiencias internacionales.
Tras su amplia y distinguida carrera, donde también destacan El Shogun sin restricciones, Doraemon, Kamen Rider, Tōshō Daimos y Dr., el virtuoso maestro falleció el pasado 28 de abril en Tokio a la edad de 89 años. Se le continúa recordando con honores por miles de jóvenes que entretuvo a través del tiempo.