Aunque hubo algunos miniaturistas antes, los primeros pintores turcos aparecieron no antes de mediados del siglo XIX durante la era del Imperio Otomano, una época en la que la formación artística se ofrecía únicamente a pintores masculinos, por lo que crecer como una mujer enamorada de la pintura no solo era prohibido, representaba una revolución en sí.
Contra la corriente de que las mujeres no eran capaces de aprender el arte, hubo un grupo de mujeres que se rebelaron y comenzaron a aprender a pintar mediante lecciones privadas, y todas fueron inspiradas por Müfide Kadri, que con sus retratos y escenas encantadoras, se convirtió en una de las primeras mujeres artistas destacadas en Turquía, y la primera mujer profesora de arte en el Imperio otomano.
Nacida en 1890 en Estambul, su vida comenzó con tragedia cuando perdió a su madre cuando aún era un bebé. Fue adoptada por Kadri Bey, un pariente lejano de cierta distinción, y su esposa, que no tenía hijos, y con ellos fue enseñada completamente en casa por tutores privados, quienes descubrieron su talento artístico.
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Dado su fabuloso talento y espectacular sentimiento para los colores, comenzó a pintar en serio a la edad de 10 años y tomó lecciones de Osman Hamdi Bey, un pintor pionero otomano y fundador del Museo Arqueológico de Estambul y de la Academia de Bellas Artes, considerado uno de los padres de la cultura y las artes turcas.
Por medio de su rápido apendizaje y bajo la recomendación de Hamdi Bey, la pequeña Müfide Kadri recibió instrucción en dibujo y acuarelas de Salvatore Valeri, un profesor de origen italiano en la Escuela de Bellas Artes, ahora parte de la Universidad de Bellas Artes Mimar Sinan, con quien también aprendió a tocar el piano, el violín e instrumentos tradicionales como el oud y kemenche, que le comenzaron a dar notoriedad local, ya que en sus presentaciones presumía ambos talentos: la música y la pintura.
A expensas del mismo Hamdi Bey, vuelto ya su tutor, envió algunas pinturas a una exposición en Munich, donde fueron premiadas con una medalla de oro, que vino acompañada de múltiples invitaciones para seguir mandando su trabajo, que para el arranque de la década de 1900, comenzaba a ser altamente reconocida en Europa y la escena pictórica alemana y parisina.
Poco después, y a pesar de su aún corta edad, se convirtió en profesora de música en la Istanbul Girls High School, donde resaltó gracias a su paciencia y a su fuerte caracter docente. Más tarde, fue asignada a enseñar arte, bordado y música, con lo que influenció en una futura generación de mujeres creativas y dedicadas al arte y al oficio como un beneficio para sus propias carreras.
Al también dar lecciones de pintura a la hija de Abdul Hamid II en el Adile Sultan Palace, la niña apasionada se hizo una maestra apapachada y adorada, que fue inivtada entre las altas esferas políticas de su país a enseñar su música y diversos talentos que fueron publicadas en varias revistas culturales.
Hacia 1910, y bajo la insistencia de artistas como Müfide, abrió la primera academia de arte para niñas, Sanayi'i Nefise, que se convirtió en mixta en 1914, pero que inicialmente sentó las bases de la entrada del sexo femenino, una que daría pie a las carrera de brillantes talentos como Fahrelnissa Zeid y Aliye Berger, la princesa olvidada de la pintura turca.
A pesar del gran éxito del cual gozaba su obra, poco después de exponer tres de sus trabajos en una exposición de renombre patrocinada por la Sociedad de Ópera de Estambul, en 1911 fue diagnosticada con tuberculosis, y al no tener el tratamiento adecuado falleció el año siguiente, conmocionando a la alta sociedad turca, al gremio de pintores, y a sus diversos alumnos que no podían creer la tragedia de haber perdido a alguien tan talentoso a tan pronta edad.
Después de su muerte, 40 de sus pinturas fueron vendidas para beneficiar a la Sociedad de Pintores Otomanos, con lo que continuó su legado y sentido de docencia, ya que sirvió para alentar a otros a tomar el pincel y perseguir su sueño de plasmar retratos, naturaleza o lo que fuera sobre un lienzo.
Tras su lamentable fallecimiento, fue tanto el dolor de su padre adoptivo, Kadri Bey, que este se quedó a vivir en La Meca luego de hacer una peregrinación. Vivió ahí hasta que fue forzado a abandonar el sitio sagrado cuando fue depuesto el poder otomano.
Fue enterrada en el cementerio de Karacaahmet, y su lápida lleva una inscripción del conocido calígrafo İsmail Hakkı Altunbezer. De acuerdo a sus propios descendientes, la vida de la joven y brillante Müfide Kadr sirve de inspiración para recordar que los sueños se persiguen con pasión y valentía, porque es la única forma de lograrlos.