Hablar de Federico García Lorca es referirse a un agudo observador del habla, de la música y de las costumbres de la sociedad rural española, pero también, a un audaz dibujante, una actividad que revela, como cualquier otra de las que emprendió, su compleja personalidad silenciada en muchas ocasiones por el colorido de sus metáforas.
Para el grafólogo Max Pulver, “la escritura es un dibujo, una comunicación espontánea, que se exterioriza por más introvertida que sea una persona. Escribir consciente es lo mismo que dibujar inconscientemente el dibujo de uno mismo, el autorretrato”, por lo tanto al escribir y al dibujar proyectamos de forma inconsciente nuestra personalidad, y de ahí la importancia detrás de los trazos del español.
Santo Peregrino, 1926, regalo a Antonio de Luna Garcia Tinta y lápices de colores sobre papel, Granada. Fuente: El Museo Casa Natal Federico García Lorca.
Y es que su obra pictórica, una que engloba una amplia variedad de temas protagonizado por marineros, gitanos, bandoleros, ángeles y santos con un aire triste y melancólico, son quizá las expresiones más íntimas que tiene el poeta granadino, aquel que se volvería el de mayor influencia y popularidad de la literatura española del siglo XX.
Sus dibujos, que lo acompañaron a lo largo de su vida y aparecen en la confección de decorados de sus montajes teatrales, en las cartas, tarjetas postales que escribía a familiares y amigos, en las dedicatorias de sus libros, así como también como ilustración de sus poemas, dan expresión al deseo, al amor, a la muerte, al misterio de la identidad y al milagro de la creación artística, entre muchas cosas más, mientras, también, conforman una "iconografía homosexual masculina", según el estudio del doctor en Historia del Arte José Luis Plaza Chillón, experto en la obra de Lorca.
De acuerdo a la Perito Grafopsicóloga por la Universitat Autònoma de Barcelona, África Fuentes Garrido, los primeros dibujos realizados por Lorca fueron en el Romancero Gitano y el Poema del Cante Jondo, que tienen características comunes.
En esta primera etapa, de acuerdo al estudio de Fuentes Garrido, Lorca se muestra bloqueado, manifiestando más rigidez y tensión emocional, ya que a través de sus grandes dibujos se puede interpretar que el poeta tiene una necesidad de ser conocido con gran sentido estético.
Fuente: El Museo Casa Natal Federico García Lorca.
Sus trazos, que se caracterizan por estar efectuados con líneas curvas, constata el sentido estético y la sensibilidad del poeta, su rapidez mental así como su originalidad, intuición, hipersensibilidad y creatividad.
Lorca tomó conciencia profesional como artista y realizó exposiciones de carácter individual, la primera de ellas en las galerías Dalmau, con motivo del estreno de Mariana Pineda, su obra de teatro junto a La Barraca, en junio de 1927, a la que acudieron intelectuales y miembros de la vanguardia catalana.
Posteriormente en 1932, realizó otras exposiciones en Huelva, aunque ya de carácter colectivo.
Joven y pirámides (Deseo de las ciudades muertas), 1929-1930. Fuente: El Museo Casa Natal Federico García Lorca.
Algunos de sus dibujos más importantes se pueden ver en las portadas de sus libros Bodas de Sangre, La Casa de Bernarda Alba, y Efebos Tristes, una obra que reúne sus dibujos donde Federico García Lorca explora los diferentes movimientos estéticos de vanguardia, elige los disfraces que le servirán como un refugio a las distintas secuencias de su estado anímico, y al mismo tiempo, de acuerdo al experto Plaza Chillón, una que acepta su sacrificio como homosexual.
Rafael Alberti, poeta de la generación del 27, relataba con fascinación:
Lorca, cuando cogía unos lapicillos de colores o la misma pluma con la que escribía sus poemas, seguía teniendo una frescura de fontana, una gracia como de juego en la calle, de sonrisa de patio, de gallo de veleta, de todo aquello que había visto u oído, no sabía cuándo con los ojos de su niñez granadina: jarrones con peces y flores, vírgenes atravesadas por puñales, niñas en las ventanas y azoteas, ángeles de las torres, manolas, arlequines, bandoleros y marinerillos ebrios y enamorados, todos los temas y figuras de su poesía lírica y dramática, hasta el momento del romancero gitano, un año antes de marchar a Nueva York, época en que cambia su estilo, contagiado sin duda por la atmósfera surrealista que ya se extendía por casi toda Europa.