Antes de Crónicas marcianas, de 1950, y Fahrenheit 451, de 1953, los más perdurables clásicos de Ray Bradbury, antes incluso de que saliera cualquier otro de sus libros, un joven, en aquel entonces de 25 años, proveniente de Illinois, quedó encantando con México cuando en el otoño de 1945 estuvo en Morelos, Guadalajara y Michoacán, encontrando fascinación por los sonidos urbanos y la tradición del Día de Muertos.
Durante su visita al país, escribe su biógrafo, "aquello que más temía, aquello que permeó tanto en su escritura, parecía estar en todos lados: la muerte."
Nuestro tiempo actual, obra de Siqueiros que inspiró a Bradbury. Fuente: Flickr.
Atravesando un pueblo mexicano tras otro, Ray y su amigo Grant Beach encontraron numerosos funerales y marchas funerarias, así como procesiones de familias sombrías en su camino hacia cementerios ancestrales.
La mente de Ray, una que reformó nuestra cultura terrenal y espacial y expandió nuestro universo, habría de encontrar una determinante inspiración en estas vistas, y luego comprando máscaras en Guanajuato durante un viaje carretero, haciendo tanto el encanto que envolvió al popular escritor que en 1957 estrenó El vino del estío, donde México no solo es telón de fondo, es también protagonista y escenario de narraciones que remiten a la propia niñez del autor.
Posteriormente, en 1972 publicó El árbol de las brujas, una narración de corte juvenil que dedicó a Madame Man’ha Garreau-Dombasle, a quien conoció en la isla de Janitzio, en Pátzcuaro, donde el pasado y el presente se combinan para exponer una serie de elementos que dan cuenta de los lazos en común de varias civilizaciones.
En estos trabajos anteriormente mencionados, la prosa fluye a la par que recrea paisajes y momentos inolvidables en pueblos donde la tecnología y el tiempo juegan un papel crucial en la trama.
A partir de la visita del autor a tierras mexicanas y los temas que encontró el célebre actor en su visita por México, la muerte tiene permiso para deambular por sus páginas, mientras sus crónicas sobre el país enseñan sobre las fiestas, el asombro, la fe y la añoranza que tanto adorna la cultura.
Con el paso de los años, Ray Bradbury siempre volvería a México a través de sus cuentos, como en Las maquinarias de la alegría, de 1964, donde refleja su fascinación por las calaveras de azúcar, haciendo de esta tradición innolvidable en su vida.
Una de las pinturas más famosas de David Alfaro Siqueiros, Our Present Time, representa a un hombre sin rostro que alcanza con los brazos abiertos un espacio frente a él, abrazando un futuro incierto. Este es el mismo destino del Hombre Ilustrado. Además, muchos de los temas catastróficos con los que Bradbury se involucra en este libro también están presentes en estos murales mexicanos, marcando definitivamente la fascinación del autor por el país.
Italo Calvino alguna vez dijo que la infancia es como un pequeño muro de las lamentaciones, por lo mucho que nos duele haberla perdido, y esto se refleja en el pensamiento de Bradbury, que, en una ocasión que fue cuestionado sobre cuál de sus libros le gustaría que fuera memorizado, él respondió que El vino del estío, porque trata de su niñez.
Ray no descifró todo sobre el futuro, ya que todavía no hemos visto que los libros y la lectura sean ilegales, como en su Fahrenheit 45, sin embargo, los temas que exploró en sus libros, como los medios de comunicación y censura, colonización y el cambio ambiental, son más relevantes que nunca.
Ray Bradbury y varias de sus obras. Fuente: Ray Bradbury Experience Museum
A continuación te presentamos cuatro de sus cuentos donde México es mencionado:
1) La calavera de azúcar, del libro Memoria de crímenes.
2) El día de los muertos, del libro Las maquinarias de la alegría, un relato ambientado en la Ciudad de México en donde Raimundo, un niño pequeño, tiene la ilusión de comprarse una calavera de azúcar con su nombre y corre a través de la ciudad para comprarla, mientras reflexiona sobre la muerte y el sentido de la vida.
3) Un perro viejo tirado en el polvo, del libro Conduciendo a ciegas, donde narra el día a día de un circo pobre, uno que viera en Mexicali en 1945, y cómo vuelve a iluminarse con sus números de acrobacia y sus sorpresivas metamorfosis.
4) El zorro y el bosque, del libro El hombre ilustrado, donde la ciencia ficción se hace presente con viajes en el tiempo, ya que Ann Kristen, una trabajadora de un laboratorio de cultivos patógenos, y su marido Roger Kristen, una pareja del año 2155, viajan al México de 1938, huyendo de un mundo malvado, que como un barco negro, se alejaba de la costa de la cordura y la civilización haciendo sonar su negra sirena en medio de la noche, mientras son perseguidos por el gobierno de su época.