Fiódor Dostoyevski es conocido como uno de los mejores escritores de todos los tiempos, pues escribió dos de las más grandes obras que existen: Crimen y Castigo y Los Hermanos Karamazov.
Pero antes de esto, vivió un periodo en el que fue privado de su libertad, se le obligó a realizar trabajos forzados y a servir en el ejército como soldado.
Pero hoy solamente nos enfocaremos en el día en la que su vida dio un gran giro, en el que volvió a nacer y que seguramente cambió su perspectiva para crear grandes obras literarias.
A los 27 años fue detenido por pertenecer a una sociedad literaria que distribuía libros considerados peligrosos por el régimen zarista.
Debido a esto, Fiódor fue condenado a muerte. El 22 de diciembre de 1849 fue llevado a una plaza pública en San Petersburgo, junto a un puñado de otros reclusos, para ser ejecutado como advertencia a las masas.
Una vez que todos los condenados a muerte estaban ya congregados en la plaza y ya habían sido vestidos para la ocasión, es decir, colocados unos camisones blancos, estos escucharon sus sentencias de muerte.
Para que todo se llevara en total orden, los condenados fueron divididos en grupos de tres. Fiódor Dostoyevski se encontraba en el segundo grupo.
Pasaron los primeros tres hombres y el pelotón que se encargaría de fusilarlos literalmente estaban preparando sus armas cuando de último minuto la ejecución fue interrumpida. En dicho momento se hizo un pomposo anuncio de que el Zar había perdonando sus vidas.
Básicamente todo el espectáculo había sido orquestado como un cruel truco publicitario para representar al déspota como un gobernante benevolente, pero eso no importaba porque Fiódor Dostoyevski sabía que tenía una nueva oportunidad.
En lugar de ser fusilada, Dostoyevsky fue condenado a pasar cuatro años en un campo de trabajo siberiano, seguidos de varios años de servicio militar obligatorio en las fuerzas armadas.
Tendría casi 40 años cuando volviera a tomar una pluma para reanudar sus ambiciones literarias, pero en ese momento se sintió eufórico de alivio, renació en un nuevo amor por la vida.
Dostoyevski plasmó su alegría en una impresionante (e inolvidable) carta a su hermano Mikhail, escrita horas después de la ejecución escenificada, la cual ahora forma parte de su colección de cartas completas y que deja entrever a ese gran escritor que unos años más adelante escribiría dos de las obras más importantes que han existido.
Acá te dejamos unas líneas de aquella inolvidable carta en la que Fiódor Dostoyevski celebra estar vivo y empieza a gestar su existencialista estilo.
¡Hermano! No estoy abatido y no he perdido el ánimo. La vida está en todas partes, la vida está en nosotros mismos, y no fuera de nosotros.
A mi lado habrá gente, pero de lo que se trata es de ser persona entre la gente y serlo siempre por muchas desgracias que nos sobrevengan, en ellos reside la vida. Lo he comprendido. Esta idea ha entrado en mi carne y en mi sangre.