Jean-Paul Sartre, padre del existencialismo, nació precisamente un día como hoy, pero de 1905. El más genuino representante del existencialismo francés pensaba que no necesitaba a Dios para amar a sus semejantes.
En su compleja obra filosófica se percibe la influencia de la fenomenología de Edmund Husserl, la dialéctica de Georg Wilhelm Friedrich Hegel y el psicoanálisis de Sigmund Freud.
Sartre afirmaba que el hombre está habitado desde el principio por la nada, de manera que la condición humana está compuesta, a la vez, de ser y, sobre todo, de no ser.
“El hombre no es otra cosa que lo que él hace de sí mismo”, escribió el francés.
Por lo tanto, para Jean-Paul Sartre el ser humano está condenado a la libertad.
La base del existencialismo, según explicó el propio intelectual, se encuentra en que el ser humano es el único que no solo es tal como se concibe, sino tal como él se quiere, y como se concibe después de la existencia, como se quiere después de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace.
Su gran obra filosófica El ser y la nada está dedicada a la construcción de una teoría de ese sujeto individual. El intelectual planteó que la nada se encuentra en el mismo del ser, como una especie de gusano, precisamente para que la conciencia libre pueda despegarse de sí.
Sartre, nació en París en 1905, en el seno de una familia acomodado. Estudió en la École Normale Supérieure, donde conoció a Simone de Beauvoir, que desde entonces se convirtió en su compañera inseparable.
Varios años después, Jean-Paul Sartre decidió estudiar en Berlín y entró en contacto con la obra de Heidegger. Poco después (1943) fue cuando publicó El ser y la nada. Tras una dura (y muy ventilada) polémica, Sartre rompió su amistad con Albert Camus.
En 1964 le fue otorgado el Premio Nobel de Literatura, que rechazó por su deseo de no ser recuperado por la burguesía, aunque aseguró tener una alta estima por la Academia Sueca.
A su muerte, ocurrida el 5 de abril de 1980, dejó una vasta obra filosófica y literaria que vale la pena retomar cada cierto tiempo por su complejidad.