El camino hacia la legislación del sufragio y el reconocimiento de la ciudadanía de la mujer en México comienza con un nombre: Elvia Carrillo Puerto y su jugada en la primera chispa de la Revolución Mexicana, la rebelión de Valladolid.
Si bien la historia nos ha enseñado que la Revolución de México se inició el 20 de noviembre de 1910, es cierto también que a lo largo de los estados del país se organizaron grupos antirreeleccionistas que sirvieron como detonantes para el inicio del conflicto nacional, y uno de ellos ocurría en la tercera ciudad más poblada del estado de Yucatán, cuando el régimen de Porfirio Díaz llevaba más de treinta años el poder.
En ese tiempo, Elvia, de 30 años, se había formado como una defensora de la difusión y discusión abierta sobre el control de natalidad, la sexualidad, el amor libre, la prevención de enfermedades venéreas y el papel político de las mujeres bajo la tutela de la maestra y poeta Rita Cetina Gutiérrez.
De esta forma, cuando notó el sentimiento de cambio que se gestaba en su estado y el resto del país, se animó a acompañar a su hermano Felipe Carrillo Puerto, entonces caudillo revolucionario socialista mexicano, inspirado por la gira política de Francisco I. Madero por todo México, para ser parte del contrataque hacia el régimen.
A pesar de que en la mayoría de las asociaciones únicamente se permitía la filiación de hombres, Elvia Carrillo Puerto construyó su propio aporte al apellido al crear grupos de mujeres organizadas, principalmente los que estaban integrados por mayas campesinas que reclamaron que las mujeres también accedieran al reparto y a la comercialización de tierras, buscando principalmente que dentro de la Revolución las mujeres también quedaran reivindicadas y con poder de representación.
Ante los embates del gobierno de Yucatán, encabezado por Enrique Muñoz Aristegui, que con la autorización del Presidente Díaz procedió a sofocar el levantamiento, Elvia, a quien se le reconocía popularmente como La monja Roja del Mayab, se convirtió en la mujer más destacada de la Rebelión de Valladolid, lo que también fue “la primera chispa de la Revolución Mexicana”, que finalmente estalló poco tiempo después.
Tras el estallido de estos años que a finales de mayo de 1911 representó el triunfo de los rebeldes, la joven revolucionaria se dedicó a hacer clubes socialistas-feministas para campesinas a lo largo de todo Yucatán; uno de los más importantes fue la Liga Feminista Campesina Rita Cetina Gutiérrez, nombrada en honor de su maestra de la infancia.
El movimiento revolucionario continuó los siguientes años con descontentos entre las distintas facciones que lo iniciaron. Ya fuera a través de Emiliano Zapata o Pascual Orozco, el país se encontraba en constante choque, unos que obstacularizaron el trabajo de Elvia, quien, haciendo a un lado su participación en la vida política, logró financiar y organizar el Primer Encuentro Feminista de México en 1916, donde estuvo la docente Consuelo Zavala Castillo a la cabeza.
Bajo el ánimo de Elvia y el liderazgo de Zavala Castillo, en el país y en el estado se comenzó a ver el nacimiento de algunas de las portavoces femeninas más importantes, como Beatriz Peniche, Raquel Dzib Cícero y Hermila Galindo, que proclamó el discurso Monografía Sobre la Mujer, donde se vela por una sexualidad libre y educación racionalista.
Estos primeros movimientos sirvieron de antecedente fundamental para que en 1935 se conformara el Frente Único Pro Derechos de la Mujer, organización vital en el movimiento sufragista mexicano.
Estas primeras reuniones en Yucatán dirigidas por Elvia animaron a que en el Congreso Constituyente de 1916-1917 se propusiera el derecho al voto pasivo y activo de las mujeres, aunque no fue incorporado a la Constitución Mexicana hasta en 1947 a nivel municipal, y en 1953, a nivel nacional.
El paso de los años no fueron tranquilos para la mujer de la familia Carrillo Puerto, ya que su lucha siempre fue amenazada, y en 1924, finalmente cobrada con el asesinato de su hermano Felipe, quien había sido electo como gobernador del estado de 1922 a 1924. La inestabilidad política también llevó a la muerte de otros familiares de Elvia, por lo que tuvo que buscar refugio en la Ciudad de México, donde fundó la Liga Orientadora Feminista Socialista que organizó con las empleadas de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, en donde había empezado a trabajar.
En 1952 se reconoció en la Cámara de Diputados a Elvia Carrillo Puerto como Veterana de la Revolución Mexicana, y se le concedió la medalla de honor al Mérito Revolucionario.
Trabajó como funcionaria y periodista hasta el 15 de abril de 1968, cuando murió en un humilde departamento de la colonia San Cosme. Y aunque sus restos se encuentran en el cementerio general de Mérida, su legado de lucha, resistencia y resiliencia se extiende más allá de lo que podamos ver en cualquier museo o espacio histórico.