En caso de referirse a Ada Byron, uno encontrará que está por aprender sobre la pionera de la informática como la conocemos hoy.
Pero mucho antes de conseguir esta singular distinción, la vida de esta mujer se enfrentó ante una serie de obstáculos que en cualquier momento pudieron haberla desviado de su destino.
Nació el 10 de diciembre de 1815 y el rumbo turbulento de su vida comenzó apenas un mes después de venir al mundo, cuando su madre abandonó a su esposo y padre de la pequeña, Lord Byron, debido a que descubrió sus numerosas amantes.
Ada no volvió a ver a su padre debido a que su madre aseguró su custodia amenazando a Byron con hacer públicas sus aventuras extraconyugales, por lo que creció alejada de su tan famoso espíritu romántico. Fue obligada a estudiar matemáticas y su madre se encargó de recordarle que cualquier rasgo de su personalidad similar a la de su progenitor era una enfermedad.
A partir de ello, su vida fue una apoteosis de lucha entre emoción y razón, subjetivismo y objetivismo, poética y matemáticas, mala salud y explosiones de energía mientras se manejaba en un elevado estatus social.
Una de sus primeras batallas fue la que libró con sus piernas, pues quedaron paralizadas de forma temporal como consecuencia de un grave sarampión que sufrió a los 14 años de edad.
Su madre, Lady Byron, fue quien la acercó a la ciencia y a la tecnología de dos maneras: visitando las regiones industriales de Inglaterra, donde Ada admiró novedosas máquinas como el “telar de Jacquard” (un telar mecánico inventado por Joseph Marie Jacquard que utilizaba tarjetas perforadas), y fomentando su amistad con la prestigiosa científica Mary Somerville, quien se convirtió en modelo y mentora de Ada.
Estos años formativos, sumada al estilo de vida que conllevaba el apellido Byron, Ada se juntó con prestigiosos científicos como Andrew Crosse, David Brewster, Charles Wheatstone y Michael Faraday, así como con el novelista Charles Dickens.
Al cumplir los 18 años y, en medio de la sociedad de élite de Londres, Ada empezó a asistir a fiestas glamourosas, y en una de ellas, organizada por su tutora Mary Somerville, conoció al matemático Charles Babbage, quien recién había inventado una calculadora mecánica capaz de calcular tablas de funciones numéricas por el método de diferencias, y a quien siempre buscó como su maestro, tema que le fue negado por su familia.
El invento fascinó a Ada Byron, quien además de sentirse profundamente impresionada, pensó que aquel invento demostraba que un día no muy lejano las máquinas harían posible cambiar la vida de las personas.
Más adelante, en 1835, dejó a un lado sus exploraciones con la ciencia, pero nunca el estudio a través de la lectura, así que conoció a William King, un estudiante de ciencias que luego sería Conde de Lovelace, con quien se casó y tuvo tres hijos. Durante esa época, su salud comenzó a deteriorarse; padeció problemas digestivos y respiratorios que, al ser tratados con opiáceos, le provocaron delirios y cambios bruscos de humor.
Como parte de su recupración, consiguió que Babbage se convirtiera en su socio, y en 1842, lo apoyó a realizar su único trabajo profesional, la traducción de un artículo escrito en francés para la revista Scientific Memoirs en el que se describía la máquina analítica de Babbage, quien pidió que el artículo fuera acompañado por apartado de notas donde explicaba sus propias ideas sobre el funcionamiento de la máquina.
Estas notas, obras de Ada pero firmadas solo con sus iniciales AAL para ocultar su identidad femenina (hasta 1953 no fueron publicadas con su nombre), terminaron siendo más famosas que el propio texto de su mentor.
Su imaginación y capacidad para ver más allá de la realidad inmediata la hicieron capaz de desarrollar varios conceptos que fueron considerados visionarios.
Uno de los más célebre se refiere al funcionamiento de lo que hoy se conoce como algoritmo informático, donde Ada tomó como ejemplo los números de Bernoulli (una serie infinita que juega un papel importante en la teoría de los números) para describir, por medio de un diagrama, las operaciones que la máquina de Babbage tendría que realizar para hacer cálculos.
Ada entendía los planes para el dispositivo tan bien como Babbage, pero era mejor para articular su promesa y función, ya que sus notas desarrollaron la idea también de que una máquina pudiera programarse para que ejecutara diversas funciones y no limitarse simplemente al cálculo, sino ser capaz de llevar a cabo cualquier tarea que se pudiera expresar mediante el uso de símbolos, imaginando, antes que nadie, la computadora como la conocemos hoy.
Sin embargo, no todo el mundo supo apreciar el salto tecnológico, y ni ella ni Babbage fueron capaces de convencer al gobierno para obtener apoyo financiero para sus proyectos. Como consecuencia, Ada no volvió a trabajar y Babbage perdió su patrimonio y murió en la pobreza.
Ana, atormentada por su enfermedad y su adicción a los opiáceos, buscó refugio en el juego y lejos de su matrimonio. Murió el 27 de noviembre de 1852 a causa de las sangrías provocadas por los médicos de la época en un intento de curar el cáncer de útero que padecía. Tenía 36 años, la misma edad que su padre cuando murió.
No fue hasta después de su muerte que sus contribuciones a la ciencia resucitaron y el mundo fue testigo de sus capacidades de transformar tantos aspectos de la vida diaria. Hoy día, la historia cuenta con justicia y fe a la fascinación de la vida de la hechicera de los números.