Lector voraz, de temperamento introspectivo, y tenor consumado, James Joyce logró estremecer el universo literario con su incomparable lenguaje narrativo que se nutrió de referentes literarios como Dickens, Walter Scott, Jonathan Swift, Arthur Rimbaud, entre otros. La obra que lo perpetuó como el mejor escritor del siglo XX: Ulysses (1922).
Nacido el 2 de febrero de 1882 en Dublín, Augustine Aloysius Joyce deslumbró a la crítica literaria por su simbolismo épico, su atmósfera naturalista y el fiel reflejo de su ciudad natal.
Al respecto, Harry Levin afirmó que el estilo plasmado en Ulysses se entiende al pensar una fusión de “el montaje cinematográfico, el impresionismo pictórico, el leit-motiv en música, la asociación libre del psicoanálisis y el vitalismo en filosofía”.
Sin embargo, estos elementos son apenas el inicio para descifrar la obra máxima del legado de Joyce, en donde sobresalen también la teosofía, la antropología, la cábala, la liturgia católica, el monólogo interior como un análisis crítico que se hermana con la metafísica, y otros temas de resolución compleja, como los procesos psíquicos y fisiológicos.
Autor de Dublineses (1914), Retrato del artista adolescente (1916), Finnegans Wake (1939), y numerosos ensayos y poemas, el modernismo anglosajón de Joyce sobresale su impregnar con sutileza y veracidad la naturaleza humana, así como por su maestría en el uso del lenguaje y el desarrollo de nuevas formas literarias.
Educado en el Clongowes Wood College, en la congregación de los Christian Brothers y el Belvedere College, el escritor aprendió inglés, francés e italiano en el University College, y se distinguió por estudiar con ahínco filosofía, estética, gramática comparada y literatura contemporánea.
La historia dicta que si su familia hubiera contado con el ingreso suficiente para solventar su carrera de medicina, James Joyce no habría cambiado el rumbo de la literatura mundial.
A 80 años de su muerte, el 13 de enero de 1941 en Zúrich, Suiza, el profesor, periodista y autor prominente, se mantiene como un artista de culto que atrae al estudio de su obra con el mismo entusiasmo que arriban analistas del personaje creativo en sí mismo.
“Junto con Shakespeare, Milton, Pope y Hopkins, Joyce sigue siendo el modelo más elevado en que ha de fijarse todo aquel que aspire a escribir con propiedad” – Anthony Burgess
James Joyce en el cine
La obra y la personalidad del escritor se han abordado en distintos filmes después de su muerte, entre estas representaciones se encuentran Finnegans Wake de Mary Ellen Bute (1965), Ulises (1967) y Retrato del artista adolescente (1977) de Joseph Strick, James Joyce’s Women de Michael Pearce (1985), The Dead de John Huston (1987), Nora de Pat Murphy (2000) y Bloom de Sean Walsh (2003).