“No me recuerdo haciendo otra cosa que no sea dibujar; No me puedo imaginar sin lápiz, goma de borrar, acuarelas y pinceles ”.
Igor Grabar, uno de los nombres más famosos de la historia de la cultura rusa y soviética del siglo XX, fue un hombre de arte, ciencia, museos y trabajos de restauración, ya que a lo largo de su larguísima vida, mostró las maravillas de la diligencia, poniendo todo de sí mismo en el arte.
Nacido el 13 de marzo de 1871 en Budapest dentro de una familia rusa que estaba involucrada en política y pertenecía a una etnia concentrada en la Rusia Ugriana, creció a lado de numerosos integrantes y admirando a su abuelo materno Adolf Ivanovich Dobryansky, quien había participado en la lucha contra la "magiarización" de los esclavos de Austria-Hungría, un tema que lo introdujo a la reflexión, y al dibujo de cualquier cosa y todo lo imaginable.
Su infancia no fue fácil, ya que, desde pequeño, tanto su abuelo como su madre fueron juzgados y su madre estuvo a punto de ser condenada a muerte, por lo que Grabar vivió casi constantemente separado de sus padres y a menudo permanecía al cuidado de extraños.
Auto retrato de Igor Grabar, 1934. Fuente: Galería Tretyakov
En 1880, su madre, ya liberada, lo llevó a Rusia, a la ciudad de Yegoryevsk en la provincia de Ryazan, donde su padre enseñaba en la escuela, pero desafortunadamente, la reunión familiar no se produjo debido a que su padre pronto se mudó a Ismael y el niño se quedó en Yegorievsk.
Como resultado, siempre conservó el amor por esta tranquila ciudad de provincias, donde consiguió muchos buenos amigos y donde fue amado y cuidado.
Cuando Grabar tenía diez años, se encontró en Yegorievsk, en la región de Ryazan, donde por primera vez en su vida conoció a un artista de nombre Shevchenko, y fue entonces que comenzó a encontrar su camino artístico.
Más tarde, como estudiante de secundaria en Moscú, Grabar pasó todo su tiempo libre en la Galería Tretyakov viendo exposiciones de arte con sus amigos artistas. Se graduó con distinción y pasó a estudiar derecho en la Universidad de San Petersburgo; después de las clases, se dedicó a escribir cuentos divertidos y dibujar ilustraciones para ellos.
A pesar de su talento y sus notables amistades, Grabar era muy diferente a los chicos ricos, quienes no le dejaron olvidar su pobreza de su familia, no obstante, ya tenía su propio mundo que le permitía escapar de los problemas.
Para 1882, Igor Grabar se mudó otra vez a Moscú con el fin de organizar una enorme exposición industrial de arte de toda Rusia. Allí, el niño que aspiraba a pintor creó el encuentro con los mejores artistas de la época, con lo que obtuvo una entrada a la Academia de las Artes, donde pasó a estudiar pintura en París y Munich.
Grabar recordó sus años de estudiante, con toda su infinita variedad y obra, “como una vida única, integral, infinitamente fascinante, llena de ricas experiencias, alegre” donde la pintura siguió siendo su principal interés. En el primer año de la universidad, Grabar dibujó su primer boceto pintoresco significativo, Techo con nieve, de 1889, que tuvo un éxito con sus amigos de la Academia.
Otras otras que destacaron de su época universitaria fueron En el carro, tranvía, de 1891; Una lámpara con pantalla verde, de 1891; y Encuentro con el niño, de 1892. Durante estos años, formó su actitud hacia la naturaleza, en la que posteriormente basó su teoría pictórica.
Ya en 1892, comenzó a participar en un estudio académico del profesor Pavel Chistyakov, un maestro famoso, que tenía un sistema de aprendizaje especial y nutría la gran galaxia de artistas rusos, incluidos Polenov, Repin, Vrubel y Serov.
Grabar se graduó de la universidad en 1893, pero regresó un año después a las aulas, reconociendo que amaba ser un artista dedicado a aprender. Mientras tanto, los acontecimientos revolucionarios en Rusia estimularon su actividad.
En 1895, Grabar realizó un largo viaje que comenzó en Berlín, Dresden y Munich y continuó hasta Italia, encontrando inspiración en la belleza urbana, la arquitectura y los tesoros artísticos de las iglesias y los palacios. Sin embargo, Grabar regresó porque realmente no podía respirar sin el paisaje ruso, no obstante, su experiencia de la pintura europea lo ayudó a darse cuenta de nuevas oportunidades para encarnar la naturaleza rusa.
Después de la Revolución de Febrero, Grabar fue uno de "los grandes intelectuales calificados que simplemente y sin reservas se pasaron al servicio del gobierno soviético". Como resultado, las autoridades lo apreciaron mucho y apoyaron la difusión de sus paisajes perfectos en capturar el espíritu del país.
Se convirtió en el primer Art Worker Honorable, rango introducido en 1928. Sin embargo, con el paso de los años y hacia el final de su vida, Grabar gradualmente trató de enfocarse en las áreas principales para él mismo.
Desde 1925, la base para él fue el trabajo de talleres de restauración, por lo que rechazó la dirección de la Galería Tretyakov y el trabajo en el departamento de museos y la docencia en la Universidad de Moscú.
El último trabajo del artista soviético Igor, Birch Alley de 1959, pintado en Abramtsevo, fue el último homenaje a la vieja naturaleza de los suburbios del artista. Murió el 16 de mayo de 1960.
Además de un artista de renombre, también será recordado como erudito, crítico de arte, autor de una obra clásica sobre la historia del arte ruso y fundador de la escuela soviética de restauración de arte, además de director de la Galería Tretyakov y el Instituto de Bellas Artes de Moscú. Pero al final, más que todo eso, un hombre dedicado al arte.
"Arte, arte, arte. Desde la niñez hasta ahora es para mí, casi la única fuente de alegría y dolor, deleite y sufrimiento, admiración y resentimiento, el único contenido verdadero de la vida".