Kuzma Petrov-Vodkin, nacido el 24 de octubre de 1878, fue un pintor ruso que combinó muchas tradiciones del arte mundial en su trabajo y creó una estética de icono ortodoxo junto con colores más brillantes y composiciones inusuales que dieron pie a un un lenguaje original con profundo espíritu individual y nacionalista que a menudo se consideraban blasfema y erótica.
En la pequeña ciudad a orillas del río Volga, donde nació dentro de la familia de un zapatero empobrecido, pasó su juventud viviendo en duras condiciones. No obstante, su talento superó su entorno provincial y su determinación por ser artista lo llevó primero a clases de arte en Samara de 1893 a1895 y luego a la Escuela de Pintura, Escultura y Arquitectura de Moscú de 1897 a1904, donde estudió con el pintor Valentin Serov.
En los años comprendidos entre 1901 y 1907, Petrov-Vodkin viajó extensamente por Francia, Italia, Grecia y el norte de África, donde se sintió atraído por la literatura y la filosofía y estudió arte mundial. Durante este período, sus composiciones alegóricas fueron derivadas e impregnadas de la influencia del simbolismo europeo, mientras su originalidad era dominada por la estética del Art Nouveau.
Fuente: All-Art
Tras trabajar en varios estudios privados en París entre 1905 y 1908, viajó a Constantinopla (ahora Estambul). A su regreso a Rusia, realizó una exposición en la redacción de la revista Apollon en San Petersburgo, que le dieron una alta exposición de 1911 a 1924 cuando expuso con el grupo Mundo del Arte y de 1925 a 1928 con la Sociedad de Artistas de las Cuatro Artes.
Desde principios de la década de 1910, el trabajo de Petrov-Vodkin influyó en la vida artística de San Petersburgo, donde intentó reconciliar las tendencias clásicas y modernas. Fue también un excelente violinista semiprofesional.
Sin embargo, pronto Petrov-Vodkin desarrolló su propio estilo, uno que estaba armoniosamente imbuido de luz y su entorno logrando composiciones monumentales que recuerdan a los antiguos frescos rusos que le sirvieron de inspiración. Durante sus viajes, los historiadores recuerdan que el artista disfrutaba caminar por la naturaleza gracias al sentimiento de conexión que sentía ella. En los desiertos africanos y en la viscosa ceniza del Vesubio, en los bosques bretones y en los polvorientos caminos de Samarcanda, Kuzma marcó líneas invisibles y sinuosas que unen la verdad universal con las tradiciones locales.
Con el tiempo, estas expediciones dieron pie a temas brillantes, rítmicamente completos y equilibrados le valieron en 1912 una cabida dentro de la exposición del Grupo Mundo de Arte, donde presentó su cuadro Bañando al caballo rojo, que inmediatamente lo hizo famoso, y al cual sus compañeros se refirieron como "un himno a Apolo", por otro lado, como un presagio de un futuro cataclismo y renovación del mundo, ya que la Primera Guerra Mundial iba a estallar en dos años y la Revolución Rusa en cinco.
Petrov-Vodkin usó tonos más oscuros con el tiempo, pero sus pinturas se volvieron más detalladas. Comenzó a pintar bodegones y retratos, alejándose más de sus temas anteriores.
Su estilo comenzó a definirse bajo una amplia gama de influencias, a menudo aparentemente incompatibles, donde destacaban pintores rusos del siglo XIX como Aleksey Venetsianov, Aleksandr Ivanov y Mikhail Vrubel ', los artistas de la Secesión de Munich, Ferdinand Hodler, Maurice Denis, Gauguin, Puvis de Chavannes y Matisse.
La creencia en la importancia del humanismo, el poder del espíritu humano y el triunfo del bien sobre el mal alimentaron el entusiasmo con el que Kuzma Petrov-Vodkin recibió la Revolución de Octubre de 1917, un suceso que, aunque trágico, le dio pie para la creación de algunos de sus temas más importantes, como el Petrogrado, también conocido como la Madonna de Petrogrado, que narra los acontecimientos de la revolución como si fueran de alguna manera abstractos.
Esta forma de idealización fue característica de las obras maduras de Petrov-Vodkin, que fue aclamado por su uso de la perspectiva esférica (comparable a una lente de ojo de pez), una técnica en la que fue un maestro preeminente.
A pesar de su gran obra pictórica, el artista cayó enfermo en 1927, por lo que se vio bajo el cuidado de su esposa, que al ver que no podía tomar el pincel con la normalidad con la que lo hacía, lo animó hacia la escritura, con los que escribió los libros Jlýnovsk, de 1930, y Espacio de Euclides, de 1933.
Petrov-Vodkin fue un artista que no encajó en el espíritu del realismo socialista, por lo que su obra no fue tenida en estima hasta mediados de los años 1960, en época de Jrushchov, cuando fue redescubierto y reinstalado como uno de los principales pintores rusos.