En el trabajo de Grisha Bruskin, el artista se involucra en una exploración de sí mismo y de los demás.
A través de su serie de pinturas y esculturas, los representantes de la sociedad soviética son despojados de su individualidad. Estos ciudadanos existen solo en función de los objetos que sostienen: por ejemplo, un retrato de Lenin bloquea el rostro de una figura mientras que otra sostiene un eslogan político común al revés. Al satirizar el mito socioutópico y el ethos colectivo de la ideología comunista —la base de toda la propaganda soviética—, Bruskin muestra al individuo alienado de la sociedad y sus valores prescritos mientras continúa viviendo dentro de ella.
Grisha nació en 1945 en Moscú, Rusia y se graduó en el Departamento de Arte del Instituto Textil de Moscú en 1968; para año siguiente, se convirtió en miembro de la Unión de Artistas Soviéticos y realizó tres exposiciones, todas las cuales fueron clausuradas por las autoridades soviéticas, marcando el inicio de su lucha contra el régimen que tanto azotaba a su país.
Ya en 1934, cuando el realismo socialista se convirtió en el estilo literario y artístico exigido por el estado, el arte de Grisha fue parte de la lucha en contra de la Unión Soviética para cambiar la conciencia de las masas hacia una única psicología colectiva y autocomprensión respaldada por la ideología comunista.
Para los ciudadanos soviéticos de la generación de Bruskin, la vida estaba inundada de iconografías y símbolos repetitivos destinados a reforzar una visión unificada y un optimismo desenfrenado para el futuro. La imagen del joven pionero decidido o del heroico trabajador formaban parte de un vocabulario visual difundido por los medios de comunicación soviéticos, mientras que la experimentación artística estaba subordinada y los autores a menudo perseguidos, y bajo esos límites son los que retó el artista ruso para llevar a cabo su arte.
Fue entonces que la incorporación de símbolos de la identidad soviética se volvió la mayor parte de la búsqueda de identidad propia de Bruskin, fuera de la identidad prescrita del Estado reflejada en las imágenes de la vida cotidiana.
Influenciado por las tradiciones talmúdica y cabalística, el interés de Bruskin por su herencia judía es una continuación de esta exploración de sí mismo y del poder de la imagen. Figuras con ropa y objetos rituales se paran junto a criaturas de otro mundo, ángeles y demonios, todos los cuales se unen para crear otro vocabulario visual, uno menos prescriptivo y con más capas de significado en relación con su contraparte soviética.
Muchas de sus obras entonces se presentaron como alfabetos, con cada figura conectada o derivada de la espiritualidad judía. Si bien no están necesariamente relacionadas entre sí, las figuras se entrelazan para crear la comprensión del artista de este mundo y su lugar dentro de él. La incorporación de imágenes judaicas de Bruskin le permite llegar a una estética profundamente personalizada sin ignorar años de experiencia personal al crecer y vivir en un estado represivo.
Los signos de diversidad en el arte soviético comenzaron a surgir después del “discurso secreto” de Jruschov en 1956. Aún así, la censura que existía persistió hasta el colapso de la Unión Soviética, y a medida que crecía la desilusión con la propaganda soviética cada vez más generalizada, Bruskin y sus contemporáneos trabajaron como artistas "no oficiales", vagamente conectados entre sí en su búsqueda de expresión individual y autonomía en su elección de tema y significado.
En 1988, ante todas las restricciones de su país, Bruskin se mudó de Moscú a Nueva York para seguir su carrera artística; ese mismo año, su pintura, Léxico fundamental, se vendió en Moscú en la primera subasta de arte contemporáneo soviético y vanguardista ruso de Sotheby's, marcando de alguna forma una nueva época para los artistas rusos que crecieron con las restricciones, pero recibían maduros una nueva época artística en Rusia.
En diciembre de 2012, Bruskin ganó el Premio Kandinsky en Moscú por su escultura H-Hour; un trabajo que formó parte de la exposición del mismo título que se mostró en el Multimedia Art Museum de Moscú en 2010.
Tras adquirir su prestigio internacional, Bruskin está representada en colecciones públicas como la del Instituto de Arte de Chicago; la Galería de Arte Nacional, en Caracas, Venezuela; el Museo Estatal de Bellas Artes Pushkin, en Moscú, Rusia; el Museo Judío y el Museo de Arte Moderno en Nueva York.
Actualmente, Bruskin vive y trabaja en Nueva York y Moscú. Es uno de los artistas contemporáneos de origen ruso más conocidos y exitosos.