Antonio Berni fue uno de los creadores más trascendentales del arte argentino y lationamericano por su capacidad de explorar con múltiples estilos y técnicas, pero a todas dándoles un giro personal para construir narrativas complejas.
Aquel que iría a establecerse como una de las figuras más relevantes del arte del siglo XX al ser capaz de aunar la tradición figurativa a su pintura a través de los años y las corrientes, nació en Rosario, Argentina, el 14 de mayo de 1905, y desde una edad temprana, fue alentado a una formación artística en su ciudad natal, donde daba el salto entre talleres de arte y clases de pintura que lo llevaron a sus primeras exposiciones a los 15 años al Salón Mari , y en 1923 a la Galería Witcomb de Buenos Aires.
Fuente: Youtube | Museo Malba
Aprovechando su buena fama entre la prensa y una serie de becas que se le presentaron tras sus primeras muestras, continuó su aprendizaje en Europa, donde no solo desarrolló su expresión pictórica, sino también se encantó por el surrealismo y el muralismo mexicano, dos corrientes que marcaban sus primeras declaraciones artísticas.
En Madrid se entusiasmó con las pinturas de Velázquez, el Bosco y Salvador Dalí en el Museo del Prado, con quienes también descubrió el arte más moderno y lo animaron a asisitir a los talleres de la Real Academia de las Bellas Artes de San Fernando. En febrero de 1926, participó en el Salón de Madrid con un paisaje madrileño, muy bien recibido entre la crítica local.
En París, su siguiente parada, asistió a los talleres de André Lhote y Othon Friesz, y se relacionó con los artistas argentinos que formaban parte del "grupo de París". En 1928, Berni conoció a Louis Aragon y André Breton, así como al filósofo marxista Henri Lefebvre, quien le iniciará en el marxismo y con quien compartió sus ideas del compromiso del arte con la revolución. Establecido popularmente en la capital francesa, el artista argentino se sumergió de lleno al surrealismo, una corriente a la que imprimió su propio sello.
A través del surrealismo y el fauvismo que eventualmente influyeron en su obra, experimentó con técnicas como el grabado y el collage mientras se juntaba con otros pintores argentinos que se desarrollaban en Europa, como Lino Enea Spilimbergo.
Su viaje por el viejo continente creó en él una conexión entre el arte y la realidad social que moldearía el resto de su carrera al regresar a Argentina, al inicio de la década de 1930, a un panorama desolador.
Mientras Estados Unidos atravesaba una profunda recesión, y España estaba por entrar en una guerra civil, en Argentina comenzaba un periodo conocido como la “década infame”, la cual inició con un golpe de estado, lo que volvió a la miseria en la característica especial del país que contrastaba con el esplendor de la década anterior que vivió en Europa.
Esta lucha social de la que estaba siendo testigo lo volcaron a dejar a un lado el surrealismo para retratar la realidad social, creando un canal para mostrar su preocupación y compromiso con las dificultades que atravesaba su sociedad.
Manifestación, 1934. Fuente: Universidad Nacional de General Sarmiento
Con proyectos como el mural Ejercicio Plástico (1933) en el que colaboró con Spilimbergo, Juan Carlos Castagnino, Enrique Lázaro y el muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, quien estaba de viaje por Argentina para exhibir su propio trabajo y dar algunas conferencias, su obra se estableció al fin como un vehículo como el arte para las masas, definiendo un nuevo alcance para el arte latinoamericano, que a su vez asumía el papel de denunciar la lucha por la justicia social.
Con ello, Antonio Berni creó el estilo que se le atribuiría definitivamente: el nuevo realismo o “realismo social”, de donde destacan sus dos obras más famosas, Manifestación (1934) y Desocupados (1934), consideradas las piedras angulares de este movimiento. En ellas, Berni retrata la melancolía y la rabia de los argentinos que se vieron afectados por la crisis política y económica de ese periodo. Retomando el gran formato de Siqueiros, Berni experimentó con piezas fáciles de transportar que circularían por sindicatos y fábricas.
Así, en los años 50 y hacia la de 1960, sus trabajos adoptaron un definitivo carácter expresionista, para más tarde desembocar en una síntesis entre el Pop Art y el realismo social. Bajo esta bandera, una que revelaba su profundo esfuerzo a reinventarse, realizó varios páneles decorativos, bocetos escenográficos, ilustraciones y colaboraciones en libros y prensa nacional y extranjera, retomando también, el collage.
En 1962 ganó el Gran Premio Internacional de Grabado de la Bienal de Venecia, mientras en 1965, se organiza una retrospectiva de su obra en el Instituto Di Tella, donde además de sus trabajos pasados, revelaba sus intenciones para el futuro, donde recurirría a elementos del realismo fotográfico, sin abandonar por ello su inclinación al expresionismo.
Durante toda la década de 1970, continúa pintando e innovándose, hasta que en 1979 es nombrado miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes. En 1980, presenta Apocalipsis y La Crucifixión, sus imponentes pinturas destinadas a decorar la Capilla del Instituto San Luis Gonzaga de Las Heras, Provincia de Buenos Aires.
Falleció en Buenos Aires el 13 de octubre de 1981, pero dejando atrás una escuela difícil de perder de vista.