Spencer Finch se ha dedicado las últimas tres décadas de su vida a dar cuerpo en forma de instalación, y ponerle sensaciones, percepciones y emociones a ambientes evanescentes de energías incorpóreas (el clima, el color, la luz), para transformarlas en estimulantes pinturas, dibujos y fotografías que armonizan el rigor basado en sistemas del minimalismo con la belleza impredecible del mundo natural.
“Lux and Lumen: Spencer Finch”, que se exhibe en la Hill Art Foundation hasta el 4 de marzo del próximo año, es una retrospectiva vertiginosa de la carrera del artista en diez obras, vistas en compañía de una magnífica vidriera gótica recientemente restaurada: “La Creación y expulsión del Paraíso”, realizada en 1533, por Valentin Bousch, para una iglesia alsaciana.
Se trata de una adquisición reciente de la fundación, que una vez adornó el apartamento de William Randolph Hearst en Manhattan. La ventana cuelga cerca de "Painting Air", la deslumbrante meditación de Finch sobre los reflejos y refracciones de la luz en un paraíso secular: el jardín de Monet en Giverny, basado en sus observaciones en 2012.
La muestra también incluye una hermosa oda a Dickinson, de 2018: siete pequeñas fotos en color, tomadas a través de una ventana sobre el escritorio del poeta, que documentan el paso de una hora en el crepúsculo. Al caer la noche, el cristal se desvanece en transparencia, convirtiéndose en un espejo.

Following Nature, 2013. Spencer Finch. Foto: Spencer Finch Website
Spencer ha creado otras instalaciones memorables, como “First Sight”. Ésta es el resultado de una residencia artística de seis semanas en Dunedin.
Como sugiere este título, Finch reúne una serie de obras de arte que prueban, contemplan y registran la respuesta de este artista al estar ubicado en un entorno físico y cultural desconocido.
En este sentido se podría argumentar que pone en marcha una serie de experimentos perceptuales y conceptuales para controlar y comprender este nuevo territorio. Sin embargo, este tipo de lectura tiende a limitar “First Sight” a un conjunto de relatos empíricos sobre las particularidades del lugar y pasa por alto los elementos sutiles que Finch realmente está contemplando: desde los patrones cambiantes de las nubes a intervalos específicos durante una hora hasta la lectura exacta de el cielo azul sobre un glaciar de la Costa Oeste.
Al centrarse en los aspectos más rudimentarios, como la luz solar, los patrones climáticos y las partículas de polvo, Finch no solo revela cómo nuestro entorno está en un estado de cambio constante, sino que también nos obliga a pensar en la compleja relación entre mirar, su mediación y nuestra memoria de ese acontecimiento.
Es a través del proceso de elegir cuándo mirar y decidir qué mirar que Finch es capaz de capturar la sensación más fugaz en un gesto sostenido y duradero. En este aspecto, “First Sight” hace del proceso de observación un material concreto en sí mismo, cada obra de arte ofrece una consideración discreta de este fenómeno que opera de manera autónoma y, sin embargo, hay un amplio margen para leer los vínculos entre estas obras de una manera más holística.