En su obra, Loïc Allemand descubre la belleza de la vida cotidiana y la forma humana que para él se hace más bella por las marcas que le dejan las emociones fuertes y los caprichos del destino.
Entrar en el universo de Loïc es como abrir la puerta de una habitación en la que nos esperan sin saber qué hay detrás.
Inmediatamente nos asombra una mirada realista marcada por la melancolía, un rostro helado, bañado en lasitud, y así, tiempo se detiene a través de su trabajo.
Fuente: Art Symbol
En un decorado de otra época, sus hombres están ausentes, pensativos y abandonados, mientras las mujeres parecen frías, casi animales. Todos con rostros angulosos, bocas carnosas, cuerpos pálidos, ahí puestos, con un erotismo libre de artificios.
Loïc nació en 1973 en Agde, en la costa mediterránea de la región francesa de Languedoc, y ahora vive y pinta en París.
Estudió en la escuela de bellas artes tanto de Toulouse como de Montpellier, finalizando sus estudios con un curso de bellas artes de dos años en Barcelona a la edad de 24 años.
Durante su tiempo allí, fue comisionado por la alcaldía y la Escuela Massana de Bellas Artes para realizar un mural de gran formato en el salón principal de este último, de seis metros por cinco, que representa el bullicioso escenario de un bar de tapas del Raval de la ciudad.
El crítico de arte Andrea Francesco Nuti ha dicho que la obra de Allemand hace pensar “en el expresionismo alemán, en Klimt, en Fragonard, en un estilo subversivo de otro siglo, demasiado sutil, demasiado fuerte, demasiado sofisticado, demasiado perfecto para la era moderna. que exige tan poco.”
Ante todo, Loïc es un pintor de las complejas historias y luchas cotidianas que recorren la casa, las calles y los bares de la gran ciudad, de una vida que en sus propias palabras es “sobre todo seria y profunda, pero nunca desesperada”.
Al fin y al cabo, la vida según Loïc, está llena de preguntas, dudas, momentos atemporales, flotando sobre una nostalgia asumida.
Por eso sus obras angustiadas son crudas y brutalmente controladas.
Sus personajes cristalizan nuestros ojos y nos pican la curiosidad; hacen que queramos sentarnos con ellos y escuchar sus vidas para cambiar la mirada que tenemos sobre la nuestra.