Marisol Escobar murió tres veces. La primera, cuando su madre se suicidó, al tener 11 años de edad. La segunda, cuando progresó el Alzheimer que padeció y le arrancó, junto con la memoria, la idea de sí misma en el mundo, la cual nos ancla a la vida. Y la tercera, el 30 de abril de 2016, cuando su cuerpo se postró en el Hospital Presbiteriano de Nueva York.
Cada una de las tres muertes de esta artista, a quien no solo admiró sino que emuló el icónico Andy Warhol, son una clase de Existencialismo. Sobre todo, porque dejan al desnudo la idea de que la muerte es nada más una renuncia a un contexto determinado, para abrirnos otros caminos.
María Sol (mejor conocida como Marisol) Escobar, de familia venezolana y nacida en Francia, fue una escultora y pintora que alcanzó notoriedad mundial por su trabajo de pop art mucho antes que Warhol, pero que tiene sus orígenes artísticos en la plástica abstracta y con reinterpretaciones del cubismo. Formó parte de la generación de pintores norteamericanos expresionistas abstractos, como Jackson Pollok.
Mucho de su trabajo está expuesto en diversas galerías de Europa y Estados Unidos, pero su mayor obra de arte –esbozada en algunos apuntes dispersos de entrevistas en diarios y revistas– es su biografía. Hizo de su vida misma una declaración de principios, de voluntad disciplinada para sublimar las tragedias, de renuncia (no solo denuncia) satírica a la banalidad de lo pop y de olvido trascendental. Fue una artista para la posteridad, que hizo la posteridad misma.
Kevin McCarthy, Andy Warhol y Marisol en una fiesta en Nueva York, 1965. Fuente: Revista Estilo
A los 11 años, Marisol encarnó un drama familiar que marcaría su primera impronta de personalidad y su tono como artista. Su madre se quitó la vida y ella fue llevada a un internado. Así fue como comenzó a cultivar una personalidad silente, mas no muda. Discreta, pero no dócil. Ese evento marcó también la textura de su obra, principalmente escultórica: es colorida, en madera y yeso, pero llena de rostros inexpresivos.
En la década de los 50, poco después de sus 20 años de edad, Marisol quiso ir a estudiar a París –donde más tarde lo hizo en la École des Beaux Arts–, pero su padre determinó que iría a Nueva York, que entonces era un verdadero hoyo funky, pleno de una vida bohemia radical, en la que encontró cobijo Marisol. Ahí vacío las versiones expresionistas de sus vivencias en el lienzo. Pero poco después de experimentar en la pintura abstracta, exploró la escultura con estilos precolombinos, y con ello consiguió su primera exposición individual, en 1958, para la galería de Leo Castelli, en Manhattan. Y a partir de ese momento, logró un amplio reconocimiento tanto por sus piezas abstractas como us esculturas folclóricas.
En la década de los 60 se involucró más en el pop art y conoció a Roy Lichtenstein y a Andy Warhol. Los expertos afirman que tuvo una gran influencia sobre éste último, de quien fue amiga íntima y su compañera de pasarelas en la convulsa vida nocturna y del jet set neoyorquino. Para cuando se conocieron, hacia 1962, Marisol Escobar era ya reconocida, mientras que Warhol aún no lograba ser visto en el mismo nivel.
Fue tan intenso el intercambio de ideas y experiencias entre ambos artistas, quienes se influenciaron mutuamente en trabajos de corte satírico, como la crítica al consumismo o a los escándalos del jet set de la época. Lo mismo parodiaban la publicidad de marcas famosas, como Coca Cola, que el estereotipo de vaquero macho de John Wayne o a la familia Kennedy por sus excentricidades.
Paris Review (1967), de Marisol Escobar; expuesta en el Perez Art Museum, de Miami.
Tres botellas de Coca Cola (1962), de Andy Warhol.
Pero un viaje a Italia, 1968, representando a Venezuela en la Bienal de Venecia, cambió un tanto el rumbo artístico y personal de Marisol, con lo cual decidió tomar un perfil más discreto. Pasó una temporada en ese país, presentando varias obras de reciente manufactura, como su escultura Andy (inspirada en su amigo Warhol) y La Fiesta, una parodia del estilo de vida de la clase alta toda homogénea, representado por diversas esculturas de madera de tamaño real, todas con el mismo rostro, el suyo, el de Marisol.
The Family, 1963. Marisol Escobar. Fuente: Currier Museum of Art
Cuando volvió de aquel viaje, la escena pop había dejado de reinar en el mundo del arte. A Marisol le costó trabajo encontrar eco a sus inquietudes artísticas, cultivadas en ese paradigma. Además, tuvo un periodo largo e introspectivo para revisar cuáles eran las principales motivaciones de su arte: dar voz, mediante la parodia, la crítica, la sátira, a los que no la tienen, a todos aquellos que no la tenían y vivían afectados pro la prosperidad de los menos, después de la distribución inequitativa en el mundo. A los desplazados, a los inmigrantes, a los desprotegidos.
En la década de los 70 y 80, donde las corrientes artísticas, musicales y contraculturales no lograron entender que la imagen plástica, banal y fugaz del pop art era una parodia y se volvió en moneda real de cambio, artistas como Marisol Escobar no hallaron cabida. Sin embargo, ella continuó produciendo muchos años después de, discretamente, dejar La Pasarela De Lo Falsamente Importante. Así, tuvo una suerte de primer retiro voluntario. El segundo, vino con el Alzheimer, que le dio anonimato hasta de sí misma.
Su obra sigue vigente y es una de las mujeres que tienen obras más cotizada, tanto por su talento estilístico como por su historia personal. Marisol Escobar no fue la musa de Warhol; más preciso es decir que fue su amiga y mentora.