Robert Gober es un escultor y creador de instalaciones que suele utiliza imágenes narrativas para humanizar la cruda sencillez de la estética minimalista.
Llamó la atención por primera vez con una serie de lo que parecían ser lavabos antiguos de varios tamaños montados en las paredes, pero que, si se inspeccionaban de cerca, resultaban ser representaciones meticulosamente hechas a mano de esos utensilios de porcelana blanca.
Así, un conjunto de cinco lavabos simbolizaba de forma majestuosa la guerra humana diaria contra la suciedad.
Las obras de Robert Gober son enigmáticas pero no tímidas, moralmente descaradas pero no agreden. Irradian una cualidad que es tan rara en la vida como lo es en el arte: carácter, mucho carácter.
Cat Litter. Robert Gober. Fuente: The New York Times
Entre sus obras más famosas hallamos piernas masculinas y cuerpos hechos de cera y cabello humano los cuales sobresalen de las paredes al nivel del piso. Algunos incluso usan ropa y zapatos reales. A otros les brotan velas de cera o les fueron insertados drenajes en las pantorrillas, los muslos y las nalgas, con olor a funerales y autopsias.
Las esculturas e instalaciones de Gober sorprenden y desconciertan. Cuentan con un humor bastante negro, por lo que suelen ser difíciles de digerir.
Gober nació en 1954 en Meriden, Connecticut, y creció en Wallingford. Su padre, quien se desempeñó como dibujante, y su madre, una bondadosa enfermera, eran hijos de inmigrantes de Lituania e Italia, respectivamente.
Su niñez y adolescencia resultaron claves para su vida profesional. Resulta que una familia de artistas circenses fueron sus vecinos durante dicha época.
Su bohemio estilo de vida siempre llamó la atención de Robert Gober y le permitió descubrir que le gustaban los niños gracias a que la madre de aquella pequeña tribu le dijo que aquella propensión no estaba mal, que era completamente normal.
Untitled Leg. Robert Gober. Fuente: The New Yorker
Su propia familia, que era bastante católica, tardó mucho más tiempo en digerir el hecho que le gustaban los hombres y se lo tomó con mucho menos calma.
Con el paso de los años, las cosas se fueron encausando y sencillamente se enamoró del arte. Gober quedó estupefacto con una visita, a la edad de 11 años, a la Galería de Arte de Yale, en New Haven, y ahí descubrió que quería dedicarse al arte.
Cuando tuvo edad suficiente, Intentó entrar a diversas escuelas de arte, pero no lo logró por lo que decidió matricularse en el Middlebury College de Vermont con la intención de especializarse en filosofía religiosa.
Al final, la vida lo llevaría por diversos caminos pero todo lo que aprendió le sirvió para crear impactante arte y cuestionar todo aquellos que creemos saber.