Alberto y Diego Giacometti se entregaron el uno al otro, pero también eran diferentes: uno era artista y el otro artesano; un intelectual y un hombre común.
Nacidos con solo un año de diferencia, Alberto Giacometti (1901-1966) y su hermano Diego eran hijos de un pintor impresionista suizo Giovanni Giacometti, que surgió como artista a fines de la década de 1880, pero que se vio frenado dados los avances de la revolución modernista.
Sin embargo, Giovanni siguió siendo una figura muy influyente para sus hijos. Cuando Alberto, un niño ansioso y emocionalmente muy nervioso, reveló un talento artístico precoz, su padre se convirtió en su apoyo incansable, no obstante, con el otro hermano se volvió duro, lo que marcó la primera gota de las profundas aguas de la rivalidad fraternal.
Diego y Alberto Giacometti. Foto: Fondation Maeght
Ambos se dedicaron el uno al otro de diversas maneras; compartiendo espacios de estudio, Diego pasó 40 años de su vida trabajando como asistente técnico de Alberto, mientras que este último cuidaba de manera protectora a su reservado hermano menor y lo alentaba a continuar con sus esfuerzos artísticos.
La segunda gota importante llegó en un extraño giro de los acontecimientos, cuando una lesión temprana autoinfligida llegó a la mano derecha de Diego, lo que hizo que desarrollara un alto grado de destreza en los dedos. Supuestamente, Diego quedó tan hipnotizado por las cuchillas de una trilladora que no pudo resistirse a meter la mano al frasco de pintura, teniendo a su familia horrorizada y a Alberto sintiendo la necesidad de proteger a su hermano.
Bajo la influencia de Alberto, Diego primero se formó como lanzador y adquirió un nivel de habilidad tan alto que cuando el artista surrealista Joan Miró le pidió que lanzara una tarta de ciruelas, la ejecutó sin fallas.
Fue Alberto quien apoyó a Diego en París y lo animó a formarse como locutor.
Si bien Diego puede no haber tenido la energía frenética, la imaginación febril y el rigor filosófico de su hermano, sin duda tenía talento. Y, sin embargo, en su vida posterior rechazó cualquier sugerencia de que podría ser un artista. “No soy escultor”, dijo, “simplemente el artesano fundador de mi hermano”.
Las exploraciones de Diego en el diseño de muebles realmente comenzaron después de la Segunda Guerra Mundial. Alberto era famoso en ese momento, creando obras como la primordial Femme assise (1950), que lo estableció como un modernista visionario, y fue quizás este estatus ennoblecido lo que le dio a Diego la libertad de escapar de la sombra de su hermano.
Un aspecto identificable del trabajo de Diego es su interés por la naturaleza; sus diseños reflejaban los valles alpinos del sur de la infancia de los hermanos, y se pueden ver en mesas que muestran búhos posados o taburetes que hacen eco de las ramas retorcidas de un árbol.
En resumen, y en cuanto a la compleja relación de los Giacometti, Alberto pudo haber sido el mentor de Diego y su incansable apoyo, pero Diego, en toda su devoción taciturna y beligerante, fue la musa de Alberto, el estoico hombre común que el artista errático y destructivo nunca podría ser.