El artista estadounidense Edward Gorey fue conocido como el gran maestro ilustrador de lo macabro del siglo XX, pero su vida profesional no se limitó a dicha actividad.
Gorey escribió al menos 90 libros, ilustró otros 60 y diseñó escenarios para producciones teatrales como Drácula en Broadway y Amphigorey, una puesta en escena que escribió en Off Broadway.
En 1978 ganó un premio Tony por haber diseñado el vestuario de Drácula, pero en el ámbito en el que es más recordado es en el de los libros debido a que creó obras realmente especiales como The Gashlycrumb Tinies, un abecedario con nombres de niños que sufren accidentes o enfermedades.
“A de Amy, que se cayó por las escaleras; B de Basil, atacado por los osos; C de Clara, que se consumió…”, se lee en el ejemplar.
Su obra, fuertemente influenciada por genios de diversos ámbitos como Eugène Ionesco, Buster Keaton, Francisco Goya y Matisse, ayuda de una extraña forma a las personas a lidiar con la naturaleza incontrolable de la muerte, con esa incertidumbre que siempre está al acecho.
De una forma casi mágica, Edward Gorey lograba que lo más oscuro tuviera un lado entre surrealista y cómico, lo que resultaba (inexplicablemente) hasta tierno.
Algo importante a subrayar de su trabajo es que siempre sugirió las amenazas en lugar de mostrarlas, lo que resultaba sublime.
Usualmente sus personajes caen en desgracia y la vida continúa, pero en el momento en que sucede el desastre casi nunca lo ilustra. Gorey lo que hacía era que siempre utilizaba una frase que acompañara al dibujo para no dejar duda de su cruel desenlace.
La obra de Edward Gorey, exquisita en elaboración, es uno de los autores de culto que siempre ha sido adorado por unos pocos, pero que debería ser amado por millones por la singularidad de su misterioso, elegante y siempre oscuro universo creativo.