Vladimir Nabokov se realza como una de las plumas más extraordinarias del siglo XX, pero lo cierto es que algunos de sus textos más inmortales echaron raíz a través de su encuentro y enamoramiento permanente por Vera Nabokova, su esposa, a quien conoció en 1923 y de quien vivió enamorado hasta su muerte en 1977.
Como un buen cuento de hadas, Vera y Vladimir se conocieron una noche oscura usando un antifaz el 8 de mayo de 1923, durante un baile benéfico de emigrados rusos. Ella tenía 23 años y él 21, ambos eran estudiantes recién acuñados del Curtis Institute of Music, donde habían estudiado flauta y fagot, respectivamente.
En aquel evento, de acuerdo a los textos de su hija, Vera Slonim, una belleza de ojos azules y máscara negra, se acercó al joven escritor en auge y a quien encantó recitando sus poemas de memoria.
Casi tres meses después de su encuentro, él le escribió la primera de cientos de cartas, la gran mayoría de las cuales aparecen en la colección recientemente publicada Letters to Vera, traducida por el destacado biógrafo de Nabokov, Brian Boyd, y la destacada erudita rusa Olga Voronina.
Tras su primer encuentro y la redacción de esa primera carta que inauguraría los textos que definen su amor y también su legado literario, Vladmiri escribió un poema sobre su primer encuentro que se publicó en la revista literaria destacada, Rul, que empieza:
Anhelo, y misterio, y deleite / como desde el oscurecimiento oscilante / de alguna cámara lenta mascarada / en el oscuro puente que vino / Y la noche fluyó, y el silencio allí flotaba / en sus corrientes de satén / que perfil de lobo de máscara negra / y esos tiernos labios tuyos.
Resumir aquel encantador enredo mutuo entre ambos es casi imposible, pero el resultado de aquello fue una riqueza literaria que requiere tanto de una mente como de un corazón abierto, donde hasta los traductores debieron enfrentarse a dificultades para encontrar los términos más adecuados para los diminutivos y cariños con los que Vladimir se refería a Vera, pero que al final se posiciona como una narrativa ejemplar dada su sinceridad que afirma coraje y gracia bajo la presión de la añoranza y la distancia.
Su acercamiento no solamete definió su matrimonio a los dos años, sino también forjó sus carreras, como si aquel lazo de pareja significara la explosión creativa de ambos, ya que su unión, como sus obras, son pedestales igualmente importantes para entender el legado Nabokov, uno de dos personas que se andaban con una forma conmovedora, abrazando lo complicado, amándose más profundamete a medida que crecían.
De 43 años, Vladimir se dirige a Vera como "mi amor inestimable". A los 70 años, ella era su "ángel de voz dorada". Eligieron hacerle cara al monstruo del matrimonio con el fin de entender y ser entendido.
Una vez casada la pareja cazaba mariposas juntos, su pasatiempo favorito, en Alemania, Suiza y en todo Estados Unidos.
Y con esto de bagaje, Letters to Vera que le escribió a Vera se convierten en un escondite a donde recurrir cuando se enfretan a las angustias, en un ungüento para la soledad y para la desesperación que premian el trabajo duro y siempre ofrecerán brillantes huevos de Pascua a todo lector que los retome.