Jorge Luis Borges es uno de los más destacados escritores argentinos y uno de los maestros de la literatura fantástica del siglo XX. Sin su prosa, simplemente no existiría la novela moderna hispanoamericana.
Sus obras metafísico-fantásticas y su poesía revelaron una personalidad literaria seductora, compleja y paradójica que sorprendió al mundo de las letras en América Latina y Europa.
Pero la vida le planteó un reto que jamás imaginó debido a que sufrió de un mal hereditario que progresivamente le fue disminuyendo la vista de manera considerable.
Debido a esto se vio forzado a abandonar la escritura de textos largos y en la necesidad de dictarlos a su madre, a secretarias o a algunas amigas que también le leían.
Jorge Luis Borges y Leonor Acevedo. Fuente: Sephatrad
Su principal asistente fue su madre, Leonor Acevedo, la cual siempre impulsó su carrera. Ella se convirtió en sus ojos, amiga, compañera, secretaria, confidente y en la figura más dominante de su vida. Sencillamente fueron inseparables.
Todos los viajes que el escritor tenía que hacer por varias universidades de Estados Unidos y de Europa los realizaba siempre en compañía de Leonor. Tanto, que aquellos que no sabían que este estaba soltero, sencillamente pensaban que eran marido y mujer.
En todos los aspectos de su vida diaria, la relación entre ellos fue de una dependencia casi completa. Cuando Leonor cumplió 87 años y ya no podía acompañar a su hijo, su mayor preocupación era que se quedara solo.
Ella le sugirió que se casara. Hijo obediente, Borges contrajo matrimonio de inmediato con Elsa Astete Milán. Aquella relación aseguran nunca se consumó y duró tan solo tres años.
Borges fue un hombre tímido, austero, discreto e introvertido. Un ser con una extraordinaria inteligencia, talento e imaginación. Su vida estuvo cargada de misterios y de muchos secretos, que incluían su particular relación con las mujeres de las que se enamoró.
Amores platónicos, amores no correspondidos, amores imposibles y no consumados pero que se convirtieron en su inagotable fuente de inspiración.
"Las mujeres me han hecho desdichado. Pero la felicidad que he obtenido de ellas compensa toda la desdicha. Es mejor ser feliz y desdichado que no ser ninguna de las dos cosas”, dijo alguna vez el argentino.
Entre las muchas mujeres que pasaron algún tiempo junto con Borges también se encuentra Estela Canto.
De ella podemos decir que fue una de sus musas, de la que, tal vez, estuvo más enamorado y a la que le debía las mejores y quizá las peores horas de su vida, ya que no fue correspondido. Los años en los que produjo sus textos más importantes, en las décadas de 1940 y de 1950, fueron inspirados por ella o tuvieron alguna relación con ella.
Estela era una mujer atractiva, extrovertida e inquieta. También fue muy moderna para su época, lo que contrastaba con la personalidad de Jorge Luis Borges, quien siempre estaba sumido en sus libros y en los ejercicios intelectuales, era inhibido, de ideas muy conservadoras y con muchas represiones sexuales, producto de la dependiente y edípica relación con su madre.
Estela Canto y Borges tuvieron una intensa relación que siempre estuvo llena de encuentros y desencuentros, confusa y compleja. Sus personalidades eran muy dispares, pero lograron establecer un fuerte vínculo basado en su interés por lo intelectual.
Jorge Luis Borges y Estela Canto. Fuente: Blog Las mil notas y una nota
Tras varios años de noviazgo, él nunca tuvo la menor intención de ir más allá. Cuentan que incluso le pidió que se casara con él, pero ella buscaba dar el siguiente paso en el plano sexual a lo que él dicen siempre se negó así que se separaron, pero conservaron una estrecha amistad.
Estela quería vivir una apasionada aventura de amor y Borges solo sabía inventarla y escribirla como nadie más. Ella fue la musa para El Aleph, uno de los cuentos que mayor trascendencia tiene en la obra del escritor en donde el protagonista habla de una mujer muerta, Beatriz Viterbo, con la que la realización del amor físico ya es imposible.
Jorge Luis Borges escribía de amor como nadie lo podía hacer, pero por desgracia jamás llegó a disfrutar de la plenitud que una gran historia de pasión puede brindar a cualquier ser humano.