Gregory Corso fue un poeta y destacado integrante del movimiento literario Beat, el cual sacudió la vida social y política estadounidense en los años 50 y 60, principalmente.
Corso fue considerado por muchos expertos menos político que Allen Ginsberg, menos carismático que Jack Kerouac, pero a veces mucho más impactante que cualquiera de ellos.
Sin lugar a dudas fue un serio (e importante) crítico social ya que, a través de su trabajo, reexaminó a profundidad una institución como el matrimonio, lo que fue todo una revolución en aquella época.
Un ejemplo de esto es su famoso poema Matrimonio, cuyas líneas son irónicas y optimistas. El inicio de este texto resulta bastante mordaz: “¿Tendría que casarme?, ¿tendría que ser bueno?”.
Y el cierre de dicho poema resulta bastante impactante: “Sé muy bien que si hubiera una mujer posible como yo soy posible, el matrimonio sería posible”.
Gracias a trabajos como este (y en general a los de la primera parte de su carrera) que ayudó a allanar el camino para las feministas de una generación posterior, pues ayudó a que los hombres se liberaran (o al menos pensaran) de los roles de género.
El mejor poema de Corso, de acuerdo con una gran cantidad de críticos, es Elegiac Feelings American, que es una elegía para su Kerouac y para las nociones muertas de Estados Unidos y una nueva esperanza.
Al igual que otros poetas Beat, la obra de Corso contaba un estilo menos elegante que el de sus predecesores y se acercaba más a los sentimientos ordinarios.
En su trabajo Gregory Corso fue personal y sincero en la expresión de sentimientos: deseo sexual, desesperación y cosas que nunca antes se habían abordado con tanta crudeza.
Si bien Ginsberg y Kerouac provenían de entornos de clase media alta y se conocieron en Columbia, el contexto de Corso fue totalmente diferente pues su padres lo tuvieron cuando aún eran adolescentes.
A los 12 años fue enviado a prisión por primera vez por haber robado mercancía de una tienda y eso ocurrió un par de veces más. Precisamente en una de esas veces, a los 16, fue cuando estando en la cárcel leyó por primera vez a los grandes clásicos de la literatura y sencillamente se enamoró de ellos.
Gracias a que se topó por casualidad con Ginsberg en un bar fue que su vida cambió y el resto del mundo pudo conocer su trabajo, así como su profundo y crítico mundo interior.