La vida y la obra de Arthur Miller, considerado por muchos como el mejor dramaturgo del Siglo 20, está marcada por el exilio de sus padres, la Gran Depresión y un oscuro secreto que, hasta no hace muchos años, salió a la luz.
Resulta increíble que Miller, cuyas obras examinaban cuestiones de culpa y moralidad, ocultó por casi 40 años la existencia de su hijo Daniel, quien nació con Síndrome de Down.
El reconocido escritor prácticamente eliminó al niño de su vida después de internarlo en una institución mental cuando apenas tenía una semana de edad.
Resulta que no fue hasta un par de años antes de fallecer que Arthur Miller reconoció públicamente que tuvo un hijo y después decidió agregarlo a su testamento, dándole una parte igual de su patrimonio, junto con sus otros tres hijos.
Arthur Miller con su hija Rebecca, en una fotografía tomada por su tercera esposa, Inge Morath. Fuente: NYT
Daniel es el hermano menor de Rebecca Miller, actriz y esposa de Daniel Day-Lewis. Se dice que este último, quien ganó un Oscar por su papel de una persona discapacitada en Mi pie izquierdo, se horrorizó por la forma en que trataron a su cuñado por tantos años, por lo que presionó a Miller para que hicieran las paces.
La tercera esposa de Arthur Miller, la reconocida fotógrafa Inge Morath, a quien conoció cuando ella estaba tomando fotos de Marilyn Monroe en el set de The Misfits, dio a luz al niño en 1966.
Aunque su esposa quería quedarse con el niño, Miller se negó porque no quería que su hija Rebecca creciera con él.
Al haber sacado a su hijo Daniel de su vida, Arthur Miller eliminó a un personaje central que no encajaba en la trama de su vida como él quería.
Dicha acción causó desconcierto entre las personas debido a que chocaba con su reputación como campeón de los oprimidos y héroe de la izquierda.
Recordemos que Miller tuvo la suerte de que La muerte de un viajante cayera en manos de Elia Kazan, uno de los directores más lucidos y obsesivos del rico e intenso movimiento teatral que se dio en Nueva York en los 40, 50 y 60, y eso lo catapultara a la fama de una forma insospechada.
Esta es, sin duda, la obra emblemática del teatro estadounidense del Siglo 20, y solo por ella Arthur Miller merece estar en el pódium del teatro universal.
Inge Morath y Arthur Miller en Roxbury, 1975. Fuente: Vanity Fair
Con Las brujas de Salem (1953), Miller se enfrentó a la política derechista y la fobia anticomunista del senador McCarthy. Al narrar dramáticamente un juicio por brujería ocurrido en la población de Salem en el Siglo 17, en realidad mostró el oscurantismo y la irracionalidad de una política alentada por los anglosajones blancos y puritanos del infame Comité de Actividades Antinorteamericanas.
Su activismo político le costó la suspensión de su pasaporte y la amenaza de cárcel, a lo que Miller respondió con Panorama desde el puente (1955), acaso la última fotografía posible de una sociedad que estaba entrando al mundo del espectáculo con una celeridad y una fe tan ciega en que el espectáculo de la vida es mejor que la vida, que ni el propio Miller se pudo hacer a un lado.
El primero de julio de 1956 la más alta figura intelectual de Estados Unidos se casó con Marilyn Monroe. La boda de una mente brillante y un cuerpo arrebatador fue objeto de la prensa del corazón, lo que le enseñó a Miller que en el mundo del espectáculo no había lugar para la reflexión solitaria ni para la vida privada.
Como Miller no era un escritor como Norman Mailer, que sabía gozar de la provocación y le gustaba ser popular, su obra resintió el cambio de estatus de escritor respetable a marido de una superestrella.
Ni Después de la caída (1963), ni El Precio (1968), ni El Arzobispo (1977) dieron un valor agregado a su obra central y, aunque después del divorcio con la bomba sexy recobró su puesto de conciencia crítica de su país, su teatro, como su tiempo, pasó a la región de la historia, salvo en Londres, donde sus últimas obras tuvieron una discreta resonancia.
Tras su muerte, en 2005, Arthur Miller fue elogiado en todo el mundo por su creencia feroz en la responsabilidad del hombre hacia su prójimo, por lo que saber que ocultó a su propio hijo por casi cuatro décadas por haber nacido con Síndrome de Down hacen ver con una nueva perspectiva su vida, obra e incluso genera dudas sobre su legado.