Desde temprana edad, Amir Lucky supo que su destino estaba ligado al mundo del arte. Criado en un entorno donde el pincel y la creatividad eran moneda corriente gracias a su padre, el pintor Rafael Candanedo, el joven Amir tuvo claro su propósito desde el principio. El negocio familiar de rotulación le brindó una base en el ambiente artístico que lo marcaría de por vida.
No fue sorpresa entonces que a los 20 años, Lucky decidiera emprender un viaje que cambiaría su perspectiva artística para siempre. Italia, la cuna del Renacimiento, fue su destino. En las calles de Roma, se maravilló ante los frescos de la Capilla Sixtina y el Vaticano. Fue allí donde los trazos magistrales de Miguel Ángel y Rafael capturaron su imaginación, introduciéndolo a los monumentales formatos y al juego de luces y sombras que caracterizan a los viejos maestros.
Pero la destreza visual de Amir Lucky no fue un regalo del azar. Años de introspección y búsqueda constante forjaron su estilo distintivo. No fue un camino fácil ni rápido, sino un proceso de maduración y exploración tanto conceptual como técnica. Su compromiso con la evolución artística lo llevó a convertirse en uno de los talentos destacados de la Galería Habitante.
Amir Lucky encuentra la inspiración en los rincones idílicos de Boquete en Chiriquí, Panamá, mientras que su punto de encuentro favorito con amigos es la Armónica Shop en la Ciudad de Panamá. Aunque ha conquistado numerosos lienzos, su primer obra remonta a la tierna edad de 3 años, cuando pintó el reloj de su sala.
No frame. Amir Lucky. Foto: Amir Lucky Instagram
El reconocimiento de otros artistas es un reflejo de su influencia, y Lucky admira a creadores como Olga Sinclair, David Choe y Craola. Para él, la creación es una constante búsqueda, una terapia y una liberación emocional. Su día a día gira en torno a la mejora personal en todos los aspectos: físico, mental, espiritual y profesional.
Sus allegados lo describen en tres palabras: "alguien de confianza". Amir Lucky se ha forjado un camino en el arte que trasciende el lienzo; es una ventana a su mundo interior y un testimonio del poder de la perseverancia y la pasión en la creación artística.