De los innumerables documentales sobre los Juegos Olímpicos, Olympia y Tokyo Olimpiad llevan mucho tiempo ocupando un lugar en el podio.
El primero, Olympia, de 1938, es una película en dos partes de Leni Riefenstahl sobre los controvertidos Juegos Olímpicos de Berlín de 1936.
Financiado por el régimen nazi y realizado con el respaldo del Comité Olímpico Internacional, es tanto una pieza de propaganda monumental como una celebración majestuosa de la fuerza atlética y la belleza, aclamada como una obra maestra que revolucionó la forma en que se representaba el deporte en la pantalla.
La película es tan dinámica, tan convincente, tan grandiosa y ambiciosa, que ocupó el puesto 19 en una encuesta de la revista Sight & Sound de 2014 sobre los mejores documentales del cine.
También es, por otro lado, una pieza monumental de propaganda nazi, ya que comienza con una leyenda que anuncia el "renacimiento alemán" y sugiere que Adolf Hitler es nada menos que el salvador divino de Alemania.
Y no es que Riefenstahl admitiera alguna vez que la propaganda al ejército era lo que pretendía, aunque más tarde confesó que “todo en él es verdad”.
Sin embargo, cada vez que uno comienza a ser hipnotizado por Olympia, rápidamente se regresa a la realidad cada vez que Hitler aparece en pantalla desde las gradas, aplaudiendo y vitoreando cuando los alemanes triunfaban haciendo bien.
Estos francos interludios, dicen los detractores de Riefenstahl, fueron una estratagia concertada para humanizar a un dictador brutal, aunque resulta en una acusación imposible de probar.
Al final, por más que Olympia parezca una glorificación de Alemania, se puede leer con la misma facilidad como una celebración de la América multirracial, ya que una y otra vez, Riefenstahl se centra en la victoria de Estados Unidos y en el realzamiento de Jesse Owens, quien fue llamado el hombre más rápido del mundo después de aquella aventura.
En 1955, apenas una década después de que terminara la Segunda Guerra Mundial, un grupo de directores de Hollywood la eligió como una de las 10 mejores películas jamás realizadas, por lo que resulta en un trabajo difícil de ignorar en estos tiempos de competencias olímpicas.
Riefenstahl y Hitler. Fuente: Alamy | BBC
Tokyo Olimpiad, el otro lado de la misma moneda
La segunda es la Tokyo Olimpiad, de 1965, mucho menos conocida, pero no menos audaz, de Kon Ichikawa.
Ichikawa fue un director prolífico y de renombre, más conocido por The Burmese Harp, de 1956, y Fires on the Plain, de 1959, un par de películas pacíficas, sombrías pero humanistas, pero sobre todo por la estilísticamente atrevida An Actor's Revenge, de 1963.
No obstante, Tokyo Olimpiad fue su primer documental, y aunque tenía poco interés en el deporte y mucho menos en los Juegos Olímpicos, estudió exhaustivamente la película de Riefenstahl para llevar a cabo lo que sigue siendo uno de los documentales deportivos más trascendentes de su generación.
Al igual que Riefenstahl, Ichikawa empleó una amplia gama de técnicas para exhibir hazañas atléticas con grandeza abstracta.
Y, al igual que su predecesor, se le concedió una gran cantidad de acceso y recursos por parte de su gobierno, que estaba encantado con lo que podía lograr Kon, por lo que tenía a su disposición más de 100 cámaras, equipos de última generación y un pequeño ejército de técnicos para realizar una hazaña similar a la de Leni Riefenstahl.
Además del contexto histórico y político, sigue existiendo una diferencia crucial entre los dos documentales.
Fuente: Criterion Channel
Mientras el fascismo impregnado de los juegos de Berlín y la película de Riefenstahl elevó los Juegos Olímpicos a proporciones míticas, retratando a los atletas como algo que roza lo sobrenatural, el trabajo de Ichikawa coloca a los atletas en el mismo pedestal que los espectadores y los oficiales, dándoles la impresión de ser humanos, nada más y nada menos, haciéndola un digno documental de hechos y estadísticas.
La grandeza de Tokyo Olimpiad radica en que, a pesar del enorme alcance y escala de la producción, el trabajo resulta fuertemente comprometido con resaltar las minucias como con la presentación del espectáculo.
Mientras los Juegos Olímpicos de Tokio de 1964 encarnaron el optimismo de la triunfante transformación económica y social de Japón en las dos décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, hay pocas banderas ondeando en la película de Ichikawa, y apenas se muestra la ciudad y las 16 medallas de oro del equipo japonés, que quedó atrás tan solo de Estados Unidos y la Unión Soviética.
Por eso y otros detalles más es que las autoridades japonesas que encargaron la película no quedaron impresionados con el arte de Ichikawa, ya que esperaban un documental sencillo que registrara fielmente los resultados y promoviera los logros de la nación, cosa que no llegó a ser.
Para estos nuevos juegos, la célebre directora japonesa Naomi Kawase ha recibido el encargo de realizar el documental oficial de 2021. Su tarea puede resultar ser la más difícil hasta ahora.