A la vera del Río Uruguay, en la ciudad de Concordia, unos 400 kilómetros al norte de Buenos Aires, el Castillo San Carlos cautivó por completo a Antoine de Saint-Exupéry, autor de la famosa novela El Principito.
“Había aterrizado en un campo y no sabía que iba a vivir un cuento de hadas”, confesó Saint-Exupéry en su libro, Tierra de hombres. En el Capítulo V, titulado Oasis, relata la aventura en Concordia, donde terminó quedándose algunos meses.
El director de la reserva natural Parque San Carlos, Paulo Tisocco, evoca aquel episodio durante un recorrido por el lugar que comprende 70 hectáreas y alberga las ruinas del caserón y todos sus secretos. “Este es un lugar mágico”, asegura.
Resulta que Saint-Exupéry descubrió el Castillo de San Carlos a finales de 1929. Volaba como piloto de la compañía francesa Aéropostale, pionera del correo aéreo, cuando una avería en su avión Latécoère 25 lo obligó a aterrizar de emergencia en una planicie al norte de Concordia, donde actualmente hay un club de polo.
Para su sorpresa, aparecieron dos jovencitas hablando en su idioma. Eran Suzanne y Edda Fuchs Valon, hijas de la familia francesa que vivía entonces en la casona.
A Tisocco, un apasionado de las peripecias de Saint-Exupéry, le gusta hablar de elementos del entorno de ensoñación del lugar y asegura que están presentes en El Principito, cuya trama de ficción se inicia en el desierto del Sahara.
LOS PUNTOS CLAVES
Menciona la amistad de Saint-Exupéry con las “princesitas argentinas”, como el escritor llamó más tarde a las hermanas Fuchs Valon, rubias como el protagonista de su célebre novela.
También habla del zorro domesticado que tenían, y de las serpientes y los palo borrachos, árboles de la familia de los baobabs, que se ven en la zona y aparecen en el libro.
Tisocco asegura que Saint-Exupéry quedó tan prendado de lo que vivió en San Carlos que, en 1941, en cintas magnetofónicas enviadas a su amigo el cineasta francés Jean Renoir, le plantearía filmar allí una película. El proyecto nunca se concretó, pero las grabaciones están recogidas en el documental del argentino Nicolás Herzog Vuelo nocturno (2017).