Hoy hace 32 años, en celebración de la caída de uno de los muros más infames y simbólicamente ominosos de la historia humana, Roger Waters trajo su propio muro a Alemania y lo tiró.
El histórico concierto organizado el 21 de julio de 1990 vio al bajista/compositor de Pink Floyd interpretar el clásico doble álbum de la banda de 1979, The Wall, en su totalidad, flanqueado por una flota de invitados especiales que incluían a Bon Jovi, Scorpions, Bryan Adams, Sinéad O' Connor, Cyndi Lauper, Thomas Dolby, Joni Mitchell, Marianne Faithfull, Levon Helm, Rick Danko, Garth Hudson y Van Morrison.
La actuación especial, que contó con adornos teatrales de actores como Tim Curry, fue concebida por Waters y el productor Tony Hollingsworth como una celebración de la destrucción del Muro de Berlín y sus importantes implicaciones en el estado de la sociedad global.

Roger Waters durante el show de The Wall en Berlín. Fuente: Shutterstock
El espectáculo se produjo en un terreno baldío entre Potsdamer Platz y la Puerta de Brandenburgo, un lugar que formaba parte de la antigua "tierra de nadie" del muro, la barrera física entre Berlín Occidental y Berlín Oriental controlado por los comunistas.
El diseño del escenario presentaba un muro de 550 pies de largo y 82 pies de alto.
La mayor parte del muro se construyó antes del espectáculo, y el resto se construyó progresivamente durante la primera parte del espectáculo, antes de ser derribado como parte del clímax final del concierto.
A lo largo de la Guerra Fría, The Wall de Pink Floyd, concebida como una ópera rock centrada en temas de alienación, se había convertido en la banda sonora perfecta para las tensiones y divisiones simbolizadas por el Muro de Berlín.
Si bien Pink Floyd llevó a The Wall de gira en 1980 y 1981, cuando las relaciones entre los miembros de la banda comenzaron a agriarse, Waters afirmó en una entrevista de 1989 con In Studio with Redbeard que la única forma en que iba a resucitar una presentación en vivo de The Wall era "si el Muro de Berlín cayera".
Cuatro meses después, comenzó la deconstrucción del muro, y se dio el anuncio del concierto, que tuvo una enorme repercusión.
Era increíble pensar que una obra que ya era un clásico, con millones de discos vendidos, y una película de culto basada en ella (cuyo efecto se multiplicó gracias a la irrupción del VHS) finalmente llegara a cobrar vida en un lugar emblemático.
Este concierto que, debido a las dificultades para llevarlo a cabo, se había visto en sólo cuatro ciudades del mundo y hacía más de una década, estaba por llegar a ser una de las presentaciones más importantes de una banda.
Al final, el concepto del show era similar al presentado en la época de Pink Floyd pero todavía más ambicioso. La pared, a cargo del diseñador Mark Fisher, fue mucho más grande, llegando hasta 170 metros de largo por 25 de alto. La pared se completaba a lo largo del recital para desmoronarse al final, concebiendo una imagen que tiene una contundencia extraordinaria.
También estuvieron los dibujos y las animaciones de Gerald Scarfe que ya habían triunfado con la película, así como los enormes muñecos y marionetas que inquietaban con su presencia escénica.
En total se vendieron más de 300 mil entradas, pero horas antes del inicio las puertas se abrieron debido a la presión del público. El recital se televisó a 52 países, por lo que millones de personas lo vieron en todo el mundo. Los espectadores no se percataron de algunos problemas técnicos que surgieron gracias a la previsión de los organizadores, ya que hubo durante la presentación dos cortes de energía que la transmisión televisiva salvó empalmando imágenes tomadas la jornada anterior en el ensayo final.
El show fue editado en CD y en DVD, y dos décadas después, Roger Waters retomó The Wall para emprender una larga gira mundial, donde llenó cada estadio en el que se presentó, por lo que sigue siendo un show sin precedentes.