La compositora austriaca Alma Mahler vivió una extraordinaria y súper pasional vida que parece haber salido de una verdadera novela.
Hay tanto que contar de su vida que es sumamente difícil narrarla de un solo golpe, pues se casó con tres grandes artistas: el célebre compositor Gustav Mahler; Walter Gropius, el creador de la Bauhaus, la famosa escuela de arquitectura, y el novelista Franz Werfel.
Si lo anterior no resultara impresionante, Alma también fue amiga de famosísimos artistas como Gustav Klimt, Arnold Schönberg, Arthur Schnitzler, así como el Premio Nobel Gerhart Hauptmann. Y, finalmente, tuvo un romance con el pintor austriaco Oskar Kokoschka, mejor conocido como el Freud de la pintura.
Cuentan que esta mujer no era extraordinariamente bella, pero tenía una personalidad tan mágica que eso la hacía brillar como nadie.
Retrato de Alma Mahler. Fuente: El Confidencial
Atrajo a artistas, filósofos y a científicos. Cuando era pequeña, Alma conoció al pintor Gustav Klimt, quien la enseñó a besar. Como un recuerdo de ese beso, Klimt dio vida su famosísimo cuadro titulado El beso.
Alma era un magneto, pues atraía a todo tipo de hombres, hasta su profesor de piano. Era compositora y tocaba, con una fuerza incomparable, el piano. Tal vez esto fue lo que la unió con el compositor Gustav Mahler.
Se dice que, casi siempre, Alma y Gustav Mahler se amaron incondicionalmente, y por esa razón ella pasó a la historia como la musa de uno de los grandes compositores de la historia.
Ella, aseguran, también fue una compositora malograda y su talento como pianista nunca logró cautivar como su personalidad. Esto debido a que nunca dio un recital público y las muy pocas piezas que compuso están fechadas antes de 1915.
Sus admiradores aseguran que lo anterior se debe a que ella fue víctima de su esposo y que la proporción que tenía Gustav Mahler como compositor acabó con ella el día en que le dijo que no podían haber dos músicos en la casa, es decir, su hogar.
Sin embargo, también se dice que era poco disciplinada y que antes de la hora de la comida ya se había tomado una botella de Benedictine. Los adoradores de Gustav Mahler aseguran que fue ella quien acabó con él.
Para 1910 entre ellos ya no había amor ni intimidad alguna. Alma decidió dedicarse a dos sus hijas, pero al sentirse incompleta decidió vivir una aventura con el reconocido arquitecto Walter Gropius.
Dicho amor se mantuvo en secreto durante un tiempo, pero Gropius no quería compartir el amor de Alma, así que un día le escribió una carta de amor y se la envió por correo, pero en el sobre puso el nombre de Gustav Mahler.
Cuando el compositor abrió el sobre no pudo seguir disimulando la infidelidad de su esposa. Una nube negra lo siguió desde entonces y sumado a la tragedia de la muerte de una de sus dos hijas, María, dicen que sencillamente se sumió en una profunda depresión y poco tiempo después murió.
Gropius y Alma disfrutaron poco tiempo de su romance debido a que en 1912 el pintor Oskar Kokoschk apareció en sus vidas.
El padre de Alma, un notable pintor llamado Emil Schindler, había muerto en 1892, y su esposa había contraído nuevamente matrimonio con otro pintor, llamado Carl Moll. En una ocasión, Moll anunció que había contratado a un artista para que le hiciera un retrato.
Alma, que era una viuda joven y atractiva, se acercó a ver el cuadro y fue cuando por primera vez se cruzó con Oskar, quien sencillamente quedó cautivado con su inteligencia y buen humor.
The Wind's Bride, 1913. Oskar Kokoschka. Fuente: Kunstmuseum Basel
Oskar fue a casa de Alma y no nada más la retrató, sino que le declaró su amor. Ni una semana tuvo que pasar para que Alma y Oskar se convirtieran en amantes.
A partir de ese momento, Oskar pintó sus cuadros más maravillosos, los más geniales, pero también los más desquiciados. Sencillamente no podía dejar de mirarla y de pintarla.
El cuadro más conocido de este joven fue precisamente La novia del viento, un retrato de Alma. Cuentan que fue tanta la obsesión de Oskar por Alma que no nada más tenía celos de los vivos, también del difunto Mahler. El día en que vio que Alma tenía la máscara mortuoria de su esposo, se volvió completamente loco.
Su tórrido romance sencillamente llegó a su fin cuando Oskar fue reclutado para pelear en la Guerra Mundial. En ese momento fue cuando Alma puso punto final a su historia y decidió volver con Walter Gropius, quien era mucho menos extravagante que Oskar, pero le brindaba cierta estabilidad.
Los años pasaron y esta extraordinaria (y pasional) mujer siguió disfrutando de muchos amores más que en otra ocasión valdría la pena repasar, pues disfrutó de una vida única.