Karl Briulov, cuyo nombre original era Charles Bruleau y de cariño era llamado Bryullov, nació el 12 de diciembre de 1799 en San Petersburgo, Rusia; murió el 11 de junio de 1852, en Marsciano, cerca de Roma.
Fue un pintor ruso que combinó la competencia técnica y la formación académica clásica con una espontaneidad romántica para producir algunos de los ejemplos más vivos del arte ruso de la época.
En la infancia, creció con su padre muy enfermo hasta los 7 años que, aunque casi no se levantaba de la cama, fue muy estricto con su hijo hasta el grado de forzarlo a dibujar figuras que se le había asignado, que aunque pareciera castigo, definieron el rumbo de su arte.
Una tarde, su padre, colmado por las travesuras de Karl y sus hermanos, golpeó al joven artista, lo que lo mantuvo sordo de un oído por el resto de su vida.
Herido griego caído de caballo – Karl Bryullov. Fuente: Painting Planet
Más grande, habiendo perfeccionado sus dibujos, se enroló en la Academia de Bellas Artes, donde fue un buen estudiante y sobresalía de todos sus camaradas. Después de graduarse de la academia en 1821, se unió a la Sociedad de Fomento de los Artistas, y gracias a los fondos de esta sociedad, fue enviado a Italia.
En 1822, Karl y su hermano Aleksandr, arquitecto, partieron hacia Europa. Fiel a su alma mater, el joven Bryullov frunció el ceño ante cualquier cosa que fuera en contra de los ideales académicos, expresando este desdén en cartas que escribió a casa. Los dos artistas viajaron por Alemania, Austria, Venecia y Florencia, llegando finalmente a Roma. Como muchos de sus contemporáneos, Bryullov encontró la ciudad irresistible; le cautivó la forma de vida y las costumbres de los italianos, su humor y lirismo.
Como muchos extranjeros que trabajan en Italia, hizo copias de los murales del Vaticano de Rafael, pintó retratos de visitantes distinguidos y figuras idealizadas de jóvenes italianas que representaban los tiempos del día: obras alegres y armoniosas que destruyeron los estrictos cánones académicos de la belleza. También realizó muchos estudios de acuarela y lápiz, incluidas ruinas u otros paisajes pintorescos. Admeás, creó una serie de escenas de género de la vida cotidiana romana, el más importante de ellos fue Italian Midday, de 1827, en el que el artista logró la naturalidad en la imagen de un cuerpo desnudo y efectos de iluminación.
La vida en Italia transcurrió de manera rápida y divertida. En 1829, Bryullov rompió oficialmente el contrato con la sociedad para el estímulo de los artistas, lo que le proporcionó al artista los medios para vivir, y contrario a su maestros que pensaban que iría a sufrir, pintó algunos de sus cuadros más imponentes, entre ellos, Los últimos días de Pompeya, que lo colocó en la cúspide de los artistas rusos.
En 1834, Bryullov fue convocado a Rusia por el emperador Nicolás, quien adoró su pintura de los Los ultimos días de Pompeya, tanto que la exhibió en la Academia de Bellas Artes de Rusia, donde Karl Brullov era ya considerado un héroe.
A su llegada, fue recibido con flores y júbilo, no obstante, su vida personal en Rusia dejaba mucho que desear debido a sus problemas de matrimonio.
A pesar de sus numerosos problemas en casa, hizo muchos amigos entre la aristocracia y la elite intelectual, un tema que lo ayudó a obtener un alto puesto en la Academia Imperial de las Artes. Hacia el final de su vida, desarrolló un estilo de retrato que combinaba proporcionalmente, la simplicidad neoclásica con una tendencia romántica, y su afición por el realismo era satisfecha con un intrigante nivel de penetración psicológica.
Mientras Briullov trabajaba en la cúpula de una catedral, la de de San Isaac, su salud se deterioró de forma abrupta. Siguiendo el consejo de su médico, se trasladó a Madeira en 1849, donde permaneció un tiempo. En 1850 regresó a Roma en 1850, donde murió dos años después el 23 de junio en la villa Manzicana como consecuencia de un aneurisma aórtico, siendo enterrado en el Cementerio protestante de Roma (Cimitero acattolico).
Aunque según los estándares actuales podemos definir su pintura como algo teatral y carente de vida, sin duda esfueun logro importante para un artista de principios del siglo XIX y un paso significativo en el desarrollo de la pintura histórica en Rusia.
Tanto que Karl permanece vivo a través de su monumental tour-de-force de drama, sus colores vivos y cuerpos retorcidos y atormentados, de sus enormes lienzos que capturan la intensidad emocional del momento así como del romanticismo ruso.
Un vencedor, una personalidad romántica y una celebridad irresistible, recordamos a Bryullov, descrito por sis contemporáneos como “un hombre bajito con manitas regordetas, piernas delicadas, frente alta de león, ojos que irradian inspiración y una cabeza antigua tan hermosa como la de Apolo de Belvedere."