Armado con una lanza de 2 metros con punta de acero, una gorra de cuero con cuernos y su larga barba blanca, Moondog, un reconocido poeta, compositor y música, encontró su lugar en las calles de la Sexta Avenida de Nueva York.
Durante la década de 1950, este fascinante personaje instalaba su amplia variedad de instrumentos caseros sobre la banqueta y se paraba como una antigua estatua humanizada a tocarlos durante 8 horas ofreciendo su conjunto de álbumes y poemas escritos a mano a cualquiera que estuviera interesado en adquirirlos.
Para el público que pasaba a su lado, o incluso el que le compraba algo de su material, no era más que un loco vagabundo con talento, pero sin que lo supieran, en medio de los cuernos estridentes, el sonido de los neumáticos y el tráfico peatonal, este vikingo contaba con algunos contratos vigetes de grabación, sus canciones habían sido retomadas por Janis Joplin, e incluso había sido visitado por algunos de los más compositores más notables del mundo.
Detrás de la barba y su condición de calle, se escondía uno de los músicos más talentosos y menospreciados del Siglo XX.
El 26 de mayo de 1916 llegó al mundo en Marysville, Kansas, un bebé sano llamado Louis Thomas Hardin Jr., que, desde una edad muy temprana, fue presentado a las reflexiones satíricas de Mark Twain y a la King James Bible, una traducción al inglés de la Biblia, gracias a sus padres, que también le inculcaron afecto por la música, en particular la percusión.
Conoció lo que fue el trabajo a un lado de su padre que se ganaba la vida como ganadero, comerciante y agente de seguros y se llevaba a sus hijos a acompañarlo en sus largas jornadas. A los 16 años, con bastante experiencia en el ámbito musical y artístico, pero dedicado a las labores que pudiern patrocinar su pasión, sufrió la explosión de una barra de dinamita que lo dejó permanentemente ciego.
El accidente, que le causó de una depresión que lo marcaría en los años por venir, sería el detonante de su fascinante carrera.
De la mano de su hermana mayor, Ruth, Hardin enfrentó decenas de retos y fue adaptándose a la vida sin vista. Aprendió braile y lidió con el divorcio de sus padres. Leyó una amplia gama de trabajos filosóficos, científicos y mitológicos que, con el tiempo, lo fueron alejando de la fe cristiana que se le había inculcado desde pequeño.
Estimuló sus sensaciones auditivas, y a lado de sus aprendizajes, el amor temprano por la música regresó con una ardiente ambición y entonces juró dedicarse por completo a ella.
Atendió la Escuela para Ciegos en Iowa, y tras familiarizarse con varios instrumentos, así como con la teoría de la composición y el entrenamiento auditivo, continuó sus estudios en Memphis, Tennessee, donde conoció y se casó con Minnie, quien sería su primer y única esposa. Menos de seis meses después, la relación se vino abajo y Hardin se encontró nuevamente sin fondos y aislado de sus compañeros.
Solo, pobre y con el grandioso sueño de convertirse en compositor aún encedido dentro de su ser, Hardin empacó sus maletas y se fue a probar suerte a Nueva York, donde le habían prometido que los músicos y los artistas podían encontrar su casa.
El cachorro se transforma en Moondog
Inseguro de a dónde acudir en busca de orientación o apoyo, Hardin decidió instalarse donde sabía que habría músicos: en la acera justo afuera de la entrada a Carnegie Hall, el hogar para los compositores de la Gran Manzana.
Con más de 1.8 metros de altura y unos rasgos que no podían ser ignorados, Hardin se volvió una figura llamativa, y después de sus primeras semanas sentado frente a su tambor, la gente comenzó a darse cuenta de que este vagabundo tenía algo que ofrecer.
Entabló conversaciones con varios músicos de la Filarmónica de Nueva York, luego con Artur Rodzinski, el director polaco de ópera y música sinfónica, y Arturo Toscanini, quien es considerado por muchos críticos de la actualidad como el más grande director de orquesta de su época y del Siglo XX.
Rodzinski quedó instantáneamente impresionado por Hardin y le ofreció un trato: si Hardin podía producir una composición favorable, Rodzinski le permitiría dirigirla dentro la Filarmónica, pero tendría que producirla él mismo.
Sin los fondos necesarios para pagarle a un asistente para que tradujera su música, Hardin hizo de las calles de la Sexta Avenida su laboratorio. Sin hogar, barbudo, desamparado y tocando por monedas, cumplió a los directores, aunque se negó a pagar hospedaje porque no quiso perder la oportunidad de, como con ellos, conocer a aquellos interesados en su música.
En 1947, después de repetidos comentarios de los transeúntes de que se parecía a Jesucristo, o al anticristiano, Hardin se cansó y comenzó a llamarse a sí mismo Moondog, que explicó como un homenaje a un perro que tuvo durante su infancia y ladraba a la luna. Alentó a otros a identificarlo de esa manera y así comenzó la transformación definitivamente su leyenda.
Como eso no bastó para ahuyentar los comentrios que no le favorecían, años más tarde mencionó en una entrevista que para evitar aquella conexión, Moondog recordó su fascinación por la mitología nórdica, por lo que decidió que alteraría su apariencia para mostrar su devoción.
De esta maneta, su serie de túnicas de color marrón rojizo se haría igual de notable que su barba oscura que fluía con el aire frío de la ciudad. Pronto, adoptó un atuendo vikingo completo para complementar su mensaje: un casco con cuernos (su símbolo de "virilidad"), una lanza larga y afilada (su símbolo de "libertad"), botas de cuero hechas a mano, y un voluminoso y fluido conjunto de mantas, paños y capas.
Recibió muchas ofertas de personas que dijeron que le ayudarían si tuviera una vestimenta más convencional, pero él valoraba su libertad de vestir más de lo que le importaba avanzar en su carrera como compositor.
"Solo quería hacer mis propias cosas, y no importa cuánto me costara en términos de mi carrera. Así fue."
Viviendo en la calle, se inspiró en los diversos sonidos que lo rodeaban para crear su peculiar sonido. Aprendió a apreciar la importancia del silencio en la composición, y emparejando estas influencias con su inspiración temprana de los ritmos nativos americanos, Moondog lanzó su primer disco, Moondog's Symphony, en 1949.
Su estilo, uno que él mismo llamó "ritmo de serpiente", uno complejo y resbaladizo que se alejaba mucho de la música popular en el tiempo, no se parecía a nada que se había producido anteriormente.
Cada perro tiene su día
Entrando a la década de 1960, su trabajo le pudo conseguir una habitación de hotel en mal estado en el centro de la ciudad donde pudo concentrarse de lleno en su trabajo.
Durante este tiempo, Moondog ganó seguidores de culto entre algunos de los mejores músicos de Nueva York, como Charlie Parker, y Steve Reich que lo describieron como un innovador.
Con la llegada de los hippies y los beatniks, tocó profusamente tanto en las calles como en lugares clandestinos, a menudo hasta pasada la medianoche, lo que le traía problemas con la autoridad, que le ordenó que cesara sus actuaciones. A menudo rotaba de un lugar a otro para evitar los castigos de la ley, ya que, después de todo, era en la calle donde estaba más feliz.
Su gran golpe de suerte, o uno donde la vida simplemente le sonreiría al vikingo, llegaría cuando en 1973, Hessische Rundfunk, una destacada emisora de radio alemana, le ofreció al músico la oportunidad de tener una serie de presentaciones en el extranjero, y dijo que sí inmediatamente.
Después de pasar más de tres décadas en Nueva York, Moondog estaba listo para un cambio y ansioso por experimentar la "patria de sus ídolos musicales". Su ausencia en las calles de la ciudad fue tan inusual que los viajeros y dueños de tiendas escribieron al Times preguntando si había muerto, pero no, simplemente se había mudado.
Por algunos años, vagó por Europa, más o menos haciendo lo que había hecho en Estados Unidos: vender su música y su poesía en las calles que lo dejaran hacerlo, aunque lamentando estar alejado de las calles en las que se ganó su reputación por primera vez.
Alemania sería su casa, donde siempre estuvo de acuerdo con él mismo, además de calientito y bien alimentado. Años más tarde, en 1989, regresó a tocar al lugar que le dió casa y comida a costas de la generosidad de la gente, en Brooklyn’s Philharmonic Chamber Orchestra, aunque sin saberlo, sería su último, porque después regresó a Munster, Alemania, donde falleció el 8 de septiembre de 1999, a la edad de 83 años, presuntamente por insuficiencia cardiaca.
Desde entonces, su legado se ha cimentado en libros, heladerías de Nueva York y algunos de los mejores músicos del Siglo XX, entre ellos Philip Glass, Charles Mingus y Janis Joplin, así como en bandas de rock como The Mars Volta y Portishead, quienes lo citan como fuente de inspiración.
Al final, el rastro de Louis Thomas Hardin, Moondog, o el vikingo de la Sexta Avenida queda develado, sin embargo, incluso después de este texto y años de estudio, permanece inclasificable.