Ante una vida de durezas y retos, la bondad y la belleza nunca faltó en los lienzos de Uemura Shōe.
Nacida como Uemura Tsune el 23 de abril de 1875 en en Shimogyō-ku, Kioto (Japón), fue la segunda hija de un comerciante de té que perdió la vida dos meses antes de que llegara al mundo.
Se crio junto a su madre y sus tías en un hogar completamente femenino que en los años por venir atraería a una culta clientela aficionada al té.
Durante la instancia de algunas de las personas en la residencia, Shōen dibujaría y escribiría tanto historias como pinturas relacionadas a las juntas que veía, una cualidad que su madre apoyó hasta el momento de tomar la decisión de perseguir este oficio como carrera, lo cual valió mucho en 1858, un año en el que el registro indica que en Japón solamente había 80 pintoras en actividad.
Fue enviada a la Escuela de Pintura de la Prefectura de Kioto, donde estudió las corrientes Kanō y Sesshū y perfeccionó el uso del color cuidadosamente planeado para que las superficies claras en la ropa y en otros artículos contrastaran con el fondo.
Con tan solo 15 años ya participaba en exposiciones de gran importancia y ganaba concursos a nivel nacional, y continuaría produciendo árduamente los próximos 15 años sin freno a su proyección nacional. Viendo lo mucho que empezaba a colocarse dentro de la sociedad, casi a calidad de celebridad, empezó a usar el seudónimo de Shōnen para cuidarse a sí misma y a su familia.
Sin embargo, el éxito que fue cosechando se vió empatado por controversia, tanto por sus relaciones que no fueron bien vistas dentro su entorno familiar y social, lo que la arrinconaron a ser madre soltera, y por sus figuras femeninas representadas que implicaban un grave conflicto a la cultura del Japón de aquel momento.
A pesar de las trabas, tanto sociales como famliares, Uemura Shōe se centró en la producción de trabajos para la exposición y venta patrocinado por el gobierno a partir de 1898, y de esta manera, retratos desafiantes fueron llegando a diversas puertas alrededor del mundo.
En 1907, recibió sus primeros premios nacionales, uno por obra seleccionada para la Exposición de Vieja y Nueva Arte (Shinko Bijutsu Tenrankai o Shinkoten), y otro por un cuadro presentado en una exposición patrocinada por la Academia de Bellas Artes de Japón y la Asociación de Pintura de Japón (Nihon Kaiga Kyokai).
Fuente: Google Arts & Culture.
Durante la Segunda Guerra Mundial fue usada como propaganda del gobierno de su país, cuestión que le valió más proyección global pero recriminación de algunos círculos cercanos que padecían los embates provocados por los conflictos del país.
En esos años pintó y produjo con mucha intensidad, creando sus obras Crepúsculo, Día despejado y Otoño tardío entre 1941 y 1945, representando a las mujeres participando en las tareas diarias con un fuerte sentido de vitalidad en el trabajo.
Al igual que con sus obras de la década anterior, Shōen mostró un hábil uso del espacio, con detalles realistas, líneas limpias y un uso tranquilo de color.
Al deteriorarse la situación de guerra, en febrero de 1945, Shōen fue evacuada de Kyoto hacia los suburbios de Nara. En 1948, se convirtió en la primera mujer en ser galardonada en Japón con la prestigiosa Orden de la Cultura.
Su pintura Jo-no-mai fue también el primer cuadro de una mujer japonesa en ser clasificado como de Propiedad Cultural Importante por la Agencia de Asuntos Culturales. Murió de cáncer tan sólo un año después de haber recibido ese reconocimiento.
El reflejo de la belleza, de la añoranza y los colores la hacen no solo una gran estandarte del Nihonga, sino de las mujeres más resilientes en el mundo de la pintura.