Fellini, el grande del cine italiano de posguerra, legó a la cultura y las artes un amplio espectro de imágenes e historias que aún se consideran de culto por su carácter revelador. Ginger y Fred, su última película, se presentó un día como hoy de 1986, durante la edición 36° del Festival Internacional de Berlín.
Marcello Mastroianni, protagonista de la cinta junto a Giulietta Masina, no asistió al fastuoso estreno; sin embargo, su amplia presencia en la historia de un par de bailarines maduros, lo compensó.
“Ginger y Fred es, con toda la aparatosa retórica visual de Fellini a cuestas, una sencilla y triste historia de amor, construida con ternura y sentido de lo indirecto, sobre una diatriba bastante pesimista contra la marcha actual del mundo”, relató el corresponsal de El País, Ángel Fernández-Santos, en aquella época.
Y sentenció: “Esta diatriba se canaliza a través de la visión que Fellini tiene del fenómeno de la televisión -no la televisión italiana o la de cualquier país, sino la televisión como medio, como infierno, como peste de nuestro tiempo-, a la que el cineasta italiano ataca con una dureza y un desprecio próximos a la ferocidad”.
De este modo, aunque con el peso de la experiencia y los años, esta cinta refleja las características primordiales del cine labrado por el oriundo de Rimini: narrativa neorrealista y estudio carnavalesco de la sociedad y la naturaleza humana.
En donde estos elementos, lo social y lo humano, se mezclan y riñen para formar un universo único en el que residen las sensibilidades artística y personales del director.
Ganador de cuatro premios Oscar a la Mejor Película Extranjera, Fellini también destacó por representar la esencia misma del espectáculo cinematográfico, así como por trazar un camino luminoso para los cineastas en ciernes.
“Habrá que volver sobre esta compleja y divertida película, es la obra de un veterano cineasta al que le fallaba últimamente el don de la inventiva, pero que ahora vuelve a caminar por las huellas que dejó su esplendorosa capacidad de descubrimiento en la historia del cine moderno. Todo el aparato iconográfico, con frecuencia hueco, del último Fellini recupera aquí la emocionante humildad de La strada”, sentenció Fernández-Santos.
No obstante, el espectador tiene la última palabra y el cineasta dejó una prolífica producción para propiciar el debate; entre ellas, 8 ½, Amarcord, Los inútiles, y La Dolce Vita.