Los coleccionistas de paisajes naturales coinciden en señalar que los que regala el Salar de Uyuni, en Bolivia, se cuentan entre los más sublimes del orbe.
El lugar es tan níveo y particular que invita a guardar silencio para reconectar con la naturaleza. En el que es considerado el mayor desierto de sal continuo y alto del mundo, la mirada se desliza sin obstáculos. Tanto su geografía como su diversidad son tan únicas que los visitantes hallan postales como de película. De hecho, en este desierto se han filmado algunas escenas de Star Wars.
Para gozar de este destino al máximo, hay que experimentar todo lo que en él se ofrece. Lo ideal es hacer un recorrido por etapas y a bordo de camionetas 4x4. En un tour de tres días y dos noches, el viajero puede testificar cómo los escenarios naturales van cambiando.
Durante una primera jornada, y antes de internarse en el salar, suele visitarse el Cementerio de Trenes -a tres kilómetros de la población de Uyuni-, para luego recorrer San Cristóbal, el Bofedal de Alota, el Valle de las rocas y la Italia Perdida, entre otros sitios.
Una fina capa de agua transforma el salar de Uyuni de Bolivia en un impresionante lienzo de reflejos. Foto: National Geographic
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El segundo día contempla lugares como la Laguna Colorada (donde hay una colonia de flamencos), el Sol de Mañana (zona con géiseres activos), Termas de Polques (aguas termales), el Desierto de Dalí, la Laguna Verde y más maravillas de la Reserva Eduardo Avaroa.
El clímax llega en la tercera jornada al ver: los Ojos de Agua, el monumento al Dakar, la Plaza de las Banderas y la Isla Incahuasi -al centro del salar-, con sus cactus gigantes. Hay quienes optan por ir a la famosa Escalera al Cielo. Pero, sin duda, una de las actividades imperdibles es tomar fotos, al atardecer, en el inconmensurable salar.
Dicho momento puede ser fusionado con un apthapi prolijamente montado. Se trata de una tradición boliviana que consiste en compartir los alimentos colocándolos sobre aguayos, coloridas telas del altiplano.
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El folclore atribuye las aguas de color rojo de la Laguna Colorada a la sangre derramada por los dioses. Foto: Condé Nast Traveler
Definitivamente nadie debe irse sin pernoctar en el Palacio de Sal. En pleno salar, este hotel está construido en su mayoría con bloques de sal. Además de degustar delicias bolivianas y sus vinos de altura, hay que tomar tratamientos en el Concept SPA, que fue inspirado en la cosmovisión andina y la sabiduría ancestral. Sin duda, una visita al salar provoca en los viajeros altas dosis de bienestar.
El salar se puede visitar todo el año, pero el paisaje cambia según la temporada. En época de lluvias (de diciembre a marzo) se ven mejor los reflejos del cielo en el salar. En tiempo de secas (abril a noviembre) hay días soleados y noches estrelladas. El poblado de Uyuni (a una hora de vuelo de La Paz) suele ser el punto de partida.
Infórmate previo a tu viaje, ya que el acceso a algunos sitios puede estar restringido, además de que es ideal de que tomes las previsiones necesarias contra el mal de altura.