Andrés Reisinger plantea un discurso como el que el escritor John Hodge establece –en voz de su Mark Renton– en la novela Trainspotting: escoger el no escoger; elegir el no elegir; clasificarse como inclasificable. En su interna contradicción, está la sencillez de la armonía.
Un diseñador y artista digital que manipula las posibilidades de los virtuales lugares de la imaginación, para crear obras que no tendrán cuerpo, pero tan tangibles como las redes neuronales que crean esa construcción simbólica. La realidad, por más blanda e íntima que sea la ficción, es corporea.
El argentino Reisinger está plenamente embarcado en la aventura de los Non Fungible Token NFT: esas encriptaciones digitales de las obras incorporeas, que le dan –paradójicamente– un certificado de autenticidad eternamente cambiante; un ADN único al arte digital, carente de elementos tangibles que puedan asegurar la originalidad de una obra, con lo cual, el arte hecho en código binario ha híper encarecido su valor.
Su concepción de “inclasificación” deviene de una profunda (aunque no explícito) apropiación de la dialéctica misma: el constante cambio, la contradicción interna que nos complemente y recrea.
Así sea una poltrona acojinada o un edificio montado en el paisaje de un planeta con leyes físicas más allá de los imposibles, Andrés Reisinger se encuentra en el quicio de ambos mundos: lo tangile o lo etero, lo imaginable y lo físico. El quicio del desquicio.
“Trabajo en constante cambio y desarrollo; el término 'inclasificable' se refiere a todo eso. Mi práctica, los medios que uso, las disciplinas en las que giro. Me concentro en una mezcla de muchas cosas que están en un estado perpetuo de mejora, por lo que, en ese sentido, es inclasificable y, debido a esta naturaleza específica, probablemente lo será para siempre. Me inspiré en el escritor argentino, Jorge Luis Borges, quien también fue definido como inclasificable”, asegura, en entrevista, para Stir.
Creador de “alpephs”, como su ciego paisano literato, Reisinger se asume como creador de “fronteras borrosas” que lindan del asombro por la naturaleza y el culto por la imitación y recreación de ella a través del arte (eso, también debe ser otra influencia, y de un barcelonés, lugar donde reside ahora: Antoni Gaudí): “La base de mis creaciones es ese sentimiento extraño y todas las preguntas y dudas que plantea sobre las implicaciones del ámbito digital. Mis creaciones son reales, simplemente ambientadas en una realidad diferente”.
Conoce los niveles de la realidad para manejar las texturas de la creación, las profundas, no las que proporciona la experiencia sensorial –esa engaña–, sino las que se se crean en el córtex visual, en las redes neuronales, que aunque intangibles, se pueden percibir en olor y hasta sabor.
“Esa es una de las diferencias más difíciles de superar entre lo físico y lo digital, por lo que juego con ello a través de una dimensión emocional: trato de evocar sentimientos que, a pesar del contexto digital, desencadenan una memoria a una física, táctil. Experiencia”.
Objetos reales de mobiliario o bestiarios arquitectónicos intangibles, la obra sublime de Reisinger –que empieza con apuntes manuscritos y termina con trazos en la tableta y mouse– sumerge al espectador en el confortante y seguro mundo intangible.