¿Sabes cuántas toneladas de basura electrónica generamos al año en México?, de acuerdo a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), tan sólo en 2016 nuestro país generó entre seis y siete toneladas de basura por persona. Si este número lo multiplicamos por 120 millones de mexicanos obtenemos de 840 a mil 80 toneladas.
¿Y en el mundo?, de acuerdo a un reporte de las Naciones Unidas, en 2018 se generaron 48.5 millones de toneladas. La organización calcula que para 2050 se generarán millones de toneladas de basura electrónica en todo el planeta.
Ante ese apocalíptico escenario, algunos fabricantes de sets electrónicos buscan materiales amigables con el medio ambiente como el bambú (bamboo).
Recientemente se puso a la venta un juego de teclado y mouse inalámbricos hechos de madera de bambú. Ambos artículos tienen una batería de dos horas con distancia de conexión de 10 metros.
Además de ser compatibles con sistemas operativos Windows y Mac, tienen un fino y elegante acabo.
Algunas marcas ofrecen teclados con identificadores de video y música.
Los fabricantes prescindieron de los cables como se había conocido al teclado y sobre todo al mouse, de ahí su nombre de “ratón”, porque tenía un parecido al roedor.
Utilizar la caña de bambú es posible porque es resistente y que ha acompañado a varias culturas en su desarrollo.
El bambú es originaria de la India, aunque también se puede encontrar en Sudamérica y en África del sur.
El bambú tiene diversas bondades: se puede comer en frituras, guisos y ensaladas y hasta se puede aprovechar como planta medicinal por sus propiedades antiinflamatorias y analgésicas.
Con eso no queremos decirte que le des mordidas al mouse o al teclado. No, solo queremos compartirte que hay una preocupación verdadera por cambiar los materiales de nuestros dispositivos para evitar un desastre natural en el futuro próximo.
Dato curioso
El primer mouse era de madera diseñado por Bill English y Douglas Engelbart en la década de los 60. Aunque fue un invento revolucionado, los creado sólo recibieron un cheque por 10 mil dólares porque los derechos se adjudicaron a la Universidad de Stanford en Estados Unidos.