Durante el gobierno del emperador Xuanzong de la dinastía Tang, el general Li Sixun, además de ser un incansable y brillante estratega militar, fue uno de los pintores más asombrosos de las dinastías en China.
Todo comenzó cuando el emperador llamó al general y le pidió que pintara sobre las paredes y los muros del Palacio Datong.
A la mañana siguiente, ya que Sixun había terminado su trabajo, el emperador le dijo: “Ayer por la noche, oí correr el agua de los ríos sobre las montañas que pintó en las paredes del palacio. Usted es de hecho, el primer y único experto en pintura divina de esta nación”. De esta manera descubrió el escondido talento del jefe militar.
Tras revelar su brillante capacidad con un pincel, junto a su hijo, Li Zhaodao, también elemento militar y pintor famoso de la región, se hicieron llamar Gran General Li y el hijo Pequeño General Li, y aunque el tiempo fue estrictamente invadido por las tareas de la milicia, ambos siempre encontraban un tiempo para darle vida a un nuevo lienzo.
De una infancia desconocida y casi no documentada, Li fue inscrito desde muy joven a las fuerzas bélicas de su país dada su relación con la familia imperial, donde se desarrolló como maestro de la corte para los asuntos de la Familia Imperial, según su designación oficial.
No obstante, a pesar de sus altas credenciales gubernamentales y militares, el arte de Li no descubrió su verdadero potencial hasta cuando cumplió 54 años y se volcó hacia la captura de paisajes, unos que se distinguían por su estilo único e innegable relación a la cutlura oriental de la admiración a la naturaleza y a la vida que abundaba en ella.
Sus pinturas sobre montañas y ríos, de acuerdo a los maestros que apoyaron su incursión en el arte tras su destierro y retitro de la milicia, eran inigualables y exquisitos en cada composición y en cada pincelada.
Durante el tiempo que se desempeñó como jefe militar, Li Sixun tuvo la oportunidad de admirir y conocer el entorno que lo amenzaba, pero en vez de sufrir las inclemencias de estos terrenos salvajes, el general buscó inspiración y reflexión en el corazón de las montañas, lo que más adelante le daría el vigor a sus pinturas, elementos que encantaron a sus contemporáneos.
Cuando finalmente tuvo el tiempo de aprender y desplegar su arte, Li se sentaba con su hijo para pintar de una manera muy decorativa y meticulosa, empleando la técnica de línea precisa derivada de artistas anteriores como Gu Kaizhi y Zhan Ziqian, especialmente agregando los colores minerales decorativos azul y verde, a menudo junto con el blanco y el oro.
Estos esfuerzos, de acuerdo con otros teóricos de la pintura china como Dong Qichang, hablaban del arte del padre y de su hijo como una división estilística entre la tradición decorativa de los pintores del norte y la tradición académica entre los pintores de escuelas del sur liderados por Wang Wei, lo que de alguna manera expone el arte del general también como un choque de las corrientes de China.
Si bien no sobreviven obras genuinas, lo que sí persiste del general que pintó es su ideología sobre la pintura, ya que tenía como misión plasmar lo "grandioso de la naturaleza frente al humano insignificante", evidenciando claramente su relación con la forma del Taoísmo como parte de la pintura en estas obras, algo que fue ampliamente adoptado por otros artistas de su generación.
Más adelante, continuando y explotando su buena relación con la realeza de su país, Li Sixun se volcó hacia el muralismo, lo que marcó los primeros intentos del país en llevar a cabo esta corriente que explotaría en otros lares del mundo. En ellos, el intento por hacer notar la majestuosidad de las montañas, del espacio y del agua es palpable.
Once años después de que su vida en la guerra se volcara a la de un artista frente a un lienzo en blanco, Li falleció sin haber sido reconocido oficialmente como príncipe o pintor de la corte imperial, no obstante, lo sería años después de su muerte, gracias a la Revolución cultural y la creación del Museo Nacional del Palacio Imperial en la ciudad de Taipéi.