Un altoparlante de 4 metros de diámetro, frente a una oreja (que no es una oreja, diría René Magritte) de hule, para que una persona se plante a decir lo mucho que tiene que ser dicho y escuchado en este mundo; un botón rojo (la metáfora del holocausto nuclear que nos aterraba durante la Guerra Fría) de 60 centímetro de diámetro con un capello para evitar presionarlo por accidente, desenterrado a mitad de un bosque; o la orilla de un lago que funde sus límites con pedacería de espejos fragmentados, en el que se refleja una canoa y su tripulante, para ver su imagen multiplicada laberínticamente. Así es el trabajo del fotógrafo Erik Johansson.
De corte eminentemente surrealista, el fotógrafo sueco, actualmente avecindado en Praga, República Checa, compone sus encuadres con discursos visuales imposibles y hasta estridentes, que necesariamente llevan al espectador a una revisión crítica de su entorno a partir de una crítica existencialista. Es un sublime sacudidor de conciencias.
El estilo fotográfico de Johansson no se limita a la traducción verosímil de la realidad física a un espacio digital, sino que abre un campo de realidades múltiples. El escenario orquestado de la fotografía encapsula la multitud de narrativas, para permitir que el espectador elija una historia con la cual relacionarse. En sus obras, el espectador no sólo se expone a contemplar el trabajo final, sino que entra en la historia, compuesta en la fotografía, como un personaje más.
Su narrativa visual no sigue una narrativa lineal. El espectador sigue un camino indefinido en un terreno marcado por un conjunto de objetos. El surrealismo en el trabajo de sus fotografías evoca un mundo de realidades alternativas para empujar a los espectadores a buscar un punto de origen.
El contraste es, sin duda, la inspiración principal de la creación de sus realidades alternativas.
“Un contraste puede ser un montón de cosas diferentes, pero a veces puede ser un contraste entre colores, el calor se encuentra con el frío”, dijo el fotógrafo en una entrevista para STIR.
Trabajos como la fotografía A place like home, de 2022, remiten necesariamente a M. C. Escher: un fachada de una casa pintada sobre un muro, que de fondo presenta un paisaje a campo abierto, y conforme la imagen de la casa pintada en la pared baja hacia la pastura que tiene debajo, la imagen de la fachada, el cielo y el suelo se hacen una misma, en un efecto de realidad imposible, más que una suerte de trampa óptica.
O la composición Your opinion is important to us (el altoparlante y la oreja gigantes) recuerda otras escenas surrealistas, como aquella de la película Everything you always wanted to know about sex (but were afraid to ask), en donde un seno gigante rueda por las praderas de una villa mientras ataca a los pobladores arrojando chisguetes de leche, y al cual la Policía únicamente logró sujetar con un brassiere.
“Estaba pensando (antes de hacer esa fotografía): ¿realmente alguien escucha? ¿Para quién es esto? Empecé a pensar que ésta también es una pregunta para nosotros en nuestras vidas, ¿quién escucha, realmente escucha? La idea con el embudo gigante y la oreja creció con el tiempo y comencé a hacer bocetos de cómo podría verse. Finalmente hice el boceto final y salí a fotografiarlo en primavera. El retoque tomó un par de días y lo publiqué en verano”, relata Johansson.
Otras obras tienen un tema recurrente: la noche, la cual Johansson ve como un espacio rebosante de inspiración. De las fotos Stay warm (donde un hombre en llamas se siente frente a un peñusco de leños para hacer una fogata, pero apagada) y Looking for star (en el que el explorador estelar, telescopio en mano, tiene el firmamento en el suelo, bajo sus pies) Johansson dice: “tal vez sea algo sobre lo que esconde la noche, su misterio. Mi trabajo consiste en encontrar un equilibrio entre la historia que quiero contar y cómo presentarla de una manera visualmente interesante que capte la atención del espectador”.
La propuesta de Erik Johansson es una oferta de posibilidades para traducir los mundos a otra cosa, que uno emprende mientras contempla una realidad imposible compuesta en sus fotografías.