A lo largo de toda su vida, Antonio Saura fue un artista que trabajó con una gran capacidad innovadora y experimental dentro a lo largo de toda su trayectoria.
Nació en Huesca el 22 de septiembre de 1930, y de formación autodidacta, comenzó a pintar a los 15 años durante la convalecencia de una larga enfermedad.
Desde niño quedó estética y emocionalmente impresionado desde su juventud por la obra de Diego Velázquez y Francisco de Goya, dos de los más grandes maestros españoles, pero como pintor y testigo del clima político y cultural represivo en la España de principios de los cincuenta del siglo XX, percibía que tan grandioso legado debía serle arrebatado a la cultura franquista, que lo estaba colocando en una posición opuesta al Arte Informal europeo contemporáneo.
De su etapa entre 1948 y 1950 datan sus series denominadas Constelaciones, Rayogramas y reside durante esta época entre Cuenca y Madrid colaborando con grupos de vanguardia como Tendencias 2 y Arte Fantástico.
En 1952 viaja a París y su obra evoluciona entonces del surrealismo inicial al arte abstracto. En 1957 se convierte en el principal teórico de del informalismo en España con la fundación del Grupo El Paso junto a pintores como Rafael Canogar y Manuel Miralles, artistas que contaban con una vanguardia libre nacía después de dos décadas de silencio creativo.
Es así que su intención artística desemboca entonces en el abandono de la figuración y en la creación de una pintura de mancha y de gesto en la que la representación desaparece.
Paradójicamente, fue al someter el maravilloso legado español anteriormente mencionado a las formas de pintar novedosas y más radicales que Saura logró liberar su rte y concederle una nueva y poderosa vida: fue así que adoptó la pintura gestual asociada al Arte Informal y a la Pintura de Acción americana y la aplicó a la figura y a los temas españoles tradicionales.
Así pues, fue uno de los artistas españoles representantes del expresionismo abstracto más significativo.
Su reducida gama de colores críticos y cargados de sentimentalismo que se ciñe al blanco y negro se ejemplifican dignamente en obras como Crucifixión.
En 1960 forma parte de Estampa Popular y a partir de la década de 1980 decide añadir el color rojo que le sirve para representar figuras como son los retratos que realiza con trazos muy distorsionados de Cristo o de personajes femeninos.
En su fase final creó composiciones de grandes dimensiones con color.
Se distinguió por crear una evidente tensión y plantea una vigorosa transformación en el arte español del momento, colaborando en el triunfo definitivo de lo informal en la pintura española.
Su estilo se define como monocromo, utilizando sólo el negro, o casi monocromo, introduciendo marrones y grises.
Huyendo de la abstracción formal, Saura llegó a ser un expresionista poderoso, despreciando las formas de representación tradicional. Sus obras se encuentran en los museos más importantes del mundo.
Murió en Cuenca en 1998.