El monumental cuerpo de trabajo de Anselm Kiefer representa un microcosmos de la memoria colectiva que encapsula visualmente una amplia gama de alusiones culturales, literarias y filosóficas, desde el Antiguo y el Nuevo Testamento, el misticismo de la Cabalá, la mitología nórdica y el ciclo del anillo de Wagner hasta la poesía de Ingeborg Bachmann y Pablo Celan.
Nacido en 1945 durante los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial, Kiefer reflexiona sobre la identidad y la historia de la posguerra de Alemania, lidiando con la mitología nacional del Tercer Reich.
Después de estudiar derecho y lenguas romances, asistió a la Escuela de Bellas Artes de Freiburg im Breisgau y a la Academia de Arte de Karlsruhe mientras mantenía contacto con Joseph Beuys.
Fusionando arte y literatura, pintura y escultura, Kiefer aborda los complejos acontecimientos de la historia y las epopeyas ancestrales de la vida, la muerte y el cosmos. Su ilimitado repertorio de imágenes solo tiene paralelo en la amplitud de los medios palpables en su obra.
Varus, 1976. Fuente: El Naconal
De esta manera, la obra de Kiefer abarca pinturas, vitrinas, instalaciones, libros de artista y una variedad de obras en papel, como dibujos, acuarelas, collages y fotografías alteradas.
Los elementos físicos de su práctica, desde el plomo, el hormigón y el vidrio hasta los textiles, las raíces de los árboles y los libros quemados, son tan simbólicamente resonantes como de gran alcance.
Al integrar, expandir y regenerar imágenes y técnicas, saca a la luz la importancia de lo sagrado y lo espiritual, el mito y la memoria.
Las cenizas son para Kiefer el símbolo de la regeneración. Las flores, la reminiscencia de la fragilidad, así como la eternidad.
Durante los últimos cuarenta años, la práctica de Kiefer se ha desarrollado a través de la acumulación, mezcla y reelaboración de temas, motivos y constelaciones que se repiten en diversos medios.
El lenguaje de la materia juega un papel fundamental en sus obras, que suelen tener una textura geológica sedimentaria. Las conexiones altamente simbólicas emergen del plomo, el hormigón, la tierra, las plantas secas, el vidrio, el alambre de púas y la inclusión de objetos encontrados como libros, guadañas y maquetas de barcos.
Las ruinas para mí son símbolos de un comienzo. Con los escombros puedes construir nuevas ideas.
Si bien las cicatrices de la historia permearon su obra, es imposible encasillar su lenguaje creativo que juega con la poesía, la ciencia, la espiritualidad y el misterio como un tránsito en constante transformación.
El plomo es de particular importancia para el artista, quien lo ha descrito como "el único material lo suficientemente pesado como para soportar el peso de la historia humana". Es la idea de la metamorfosis alquimista (además, lo considera el único material lo suficientemente pesado como para soportar el peso de la historia). Si algo disfruta de sus creaciones es que están en constante cambio.
Al trabajar con materiales orgánicos, las piezas se adaptan con los años, como si se trataran de seres vivos.
Muchos de los materiales y temas que ha elegido contienen referencias alquímicas, como la transmutación de metales básicos en oro que se convierte en una metáfora de la iluminación espiritual.