Sandro Botticelli, el pintor favorito de la Corte de Lorenzo de Médici, jugó un papel crucial en la llamada Edad de Oro florentina, pero este genio sin sus musas literalmente no sería nada.
Entre ellas destacan tres: Simonetta Vespucci, Giovanna Tornabuoni y Lucrecia Tornabuoni.
El nacimiento de Venus es considerado uno de los cuadros más famosos de este genio, pero también resulta una declaración de amor secreta hacia la modelo que interpreta a la diosa Venus: Simonetta Vespucci.
Esta joven era hija de un noble genovés apellidado Cattaneo, que con tan solo 16 años se casó con Marco Vespucci, vecino y amigo de Botticelli.
Cuando el pintor conoció a Simonetta se enamoró de ella y la convirtió en su musa y modelo en una gran cantidad de pinturas.
Desafortunadamente esta mujer murió joven, a los 23 años, a causa de la tuberculosis. A partir de dicho momento Botticelli decidió inmortalizar su belleza y se inspiró en la misma para crear un sinfín de cuadros.
Otra de las musas de este pintor fue Lucrecia Tornabuoni, una de las grandes mujeres de la Italia del Renacimiento.
Resulta que Lucrecia era la madre de Lorenzo de Médici, pero también se desempeñó como escritora y modelo de varios pintores, entre ellos Sandro Botticelli.
A Lady in Profile. Sandro Botticelli. Fuente: The National Gallery
Y otra de las mujeres que llegó a inmortalizar este genio renacentista fue nada más y nada menos que Giovanna Tornabuoni.
Esta pertenecía a una de las familias más poderosas de la Florencia del Cuattrocento. En 1486 contrajo matrimonio con Lorenzo Tornabuoni, un importante noble de la Corte de Lorenzo El Magnífico.
Lamentablemente, al igual que Simonetta Vespucci, esta falleció sumamente joven y apenas un año y medio después de su boda murió, pero su belleza quedó inmortalizada en el que es considerado el retrato más famoso que hizo Ghirladaio.